En teoría, las cárceles deberían ser centros de rehabilitación para los privados de libertad, donde no solo cumplan con la deuda que tienen con la sociedad, sino también aprendan oficios que les permitan una reinserción activa y positiva, como individuos regenerados.
En la práctica, las cárceles han sido siempre “un cementerio de hombres vivos” y, aunque se han realizado numerosos esfuerzos para modernizar el sistema penitenciario, sin voluntad política y recursos presupuestarios, poco se puede lograr.
Como en todo, 2025 traerá buenas y malas noticias. Entre las [muy] buenas noticias, destaca el anuncio oficial del “cierre técnico” del penal de La Victoria y el traslado paulatino de sus reclusos hacia Las Parras. La Victoria representa una gran derrota social y simboliza toda la ignominia en materia de Derechos Humanos.
Al finalizar el año, debemos dar gracias (la búsqueda de explicaciones sobre por qué se decidió no actuar durante cuatro años merece una aclaración oficial) y mirar al futuro con esperanza, porque esa cárcel —que significó indignidad para miles de dominicanos desde sus inicios y vulneró derechos fundamentales a lo largo de toda su existencia— finalmente ha cerrado.
Aunque la transferencia de internos hacia Las Parras tomará tiempo, es un proceso imparable. Cabe destacar el papel desempeñado por el doctor Roberto Santana en la reforma y modernización del sistema penitenciario del país. En un acto de justicia poética, la Providencia quiso que fuera él, una persona que vivió en carne propia el presidio político en los años 70, quien liderara todo el proceso de manera satisfactoria y exitosa.
El Ministerio de Vivienda ha estado a la altura de las circunstancias durante el proceso constructivo, la readecuación de las instalaciones físicas y la reorganización de los diseños espaciales y flujos de procesos, siguiendo los criterios asumidos dentro del marco de las mejores prácticas internacionales y la experiencia dominicana, altamente valorada a nivel mundial.
Corresponde continuar impulsando la readecuación y modernización física de los centros penitenciarios; su desmilitarización, incorporación al nuevo modelo y expansión.
Este cierre técnico es apenas el inicio de un cierre mayor: el de una visión arcaica que concibe el sistema penitenciario como esencialmente punitivo y sancionador, y que no ofrece a los internos la posibilidad de una reinserción exitosa en la sociedad, que debe ser el fin último de la pena.
Hay mucho por delante en 2026 y, a pesar de las restricciones presupuestarias que limitarán la construcción de nuevas instalaciones de este nivel, sin duda el cierre de La Victoria es un motivo de celebración y, sobre todo, nos permite mirar al 2026 con esperanza y optimismo. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Agregar Comentario