Tras el etiquetado de “mutuo consentimiento” e “incompatibilidad de caracteres” se encuentra el legítimo derecho a la privacidad de los cónyuges que avanzan hacia la separación definitiva de sus vidas, quedando a cargo de investigadores sociales abordar, sin individualizar casos, las contradicciones, maltratos y desviaciones de conducta más comunes cuando no se logra que las relaciones conyugales sean asociaciones duraderas entre personas que habrían llegado a estos desenlaces tras sentirse dispuestas a pasar juntas el resto de sus vidas; o haber jurado ante algún ministro oficiante que solo la muerte podría poner fin a los vínculos asumidos.
Existencias en común que han tendido a inclinarse más hacia la ruptura, como indican las estadísticas del año pasado, cuando finalizaron ante los tribunales 59 de cada 100 matrimonios en el país, luego de que en 2021 y 2022 los picos comenzaron a superar el 50% de las uniones, según el Observatorio del Sistema Nacional del Registro Civil. Para esas fechas, tras dos décadas en las que jueces civiles, sacerdotes y ministros protestantes formalizaban bodas, el balance alcanzó 922,370 uniones legales y 424,390 divorcios.
La alta tasa de divorcios ha generado preocupación en los cleros y analistas por el impacto que tienen en los descendientes y por las fragilidades que se manifiestan en familias derivadas de la formulación de votos ante sacerdotes y jueces civiles. Se coincide en señalar algunos factores que se consideran generadores de rupturas: inmadurez en los contrayentes, falta de preparación general para el matrimonio, cambios culturales que llegan desde otras sociedades donde la soltería predomina como estilo de vida, disminuyendo la multiplicación de la especie y la transmisión de valores.
Los eufemismos que ocultan detalles sobre los naufragios matrimoniales enmascaran adulterios, sevicias (trato cruel) e injurias graves, alcoholismo, drogadicción y abandono del hogar, así como violencia doméstica que suele incluir violaciones sexuales a las esposas que resisten cohabitar con cónyuges maltratadores acostumbrados a llegar a casa a deshoras y en estado de embriaguez; creyéndose con derechos absolutos y adquiridos a tener sexo contra la voluntad de sus parejas.
PRESIÓN SOCIAL
Contra la permanencia de la comunidad conyugal en el país actúan vertiginosos cambios en los roles de género, como el impactante protagonismo social y laboral de la mujer, una valoración excesiva y egoísta de la realización personal, vivir bajo presiones económicas que intensifican la reciprocidad de culparse por insuficiencias de dinero, la falta de comunicación y la infidelidad cuando es demostrable y persistente; no simples y perdonables affaires.
Algunos especialistas sostienen que los divorcios han sido incentivados en el país por esquemas legales que los facilitan más que antes, en el seno de una colectividad que, a juicio del sociólogo Cándido Mercedes, forma parte de un mundo que transforma el modelo tradicional de matrimonio. Se considera evidente que el aumento del trabajo femenino fuera del hogar y la mayor conciencia de los derechos de la mujer “han alterado la dinámica tradicional de pareja, generando tensiones”.
Desde la sociología se entiende que la sociedad dominicana ha evolucionado aceptando más el divorcio y disminuyendo su estigma. “El matrimonio tradicional ya no se ajusta a la realidad de una sociedad en constante cambio”, afirmó el cientista Mercedes. En los análisis se señala entre las causas de divorcio que: “la modernización, la tecnología y los cambios en las formas de relacionarse afectan la estabilidad de los matrimonios, que ya no se ven como vínculos inquebrantables”.
FUNCIÓN SOCIAL
La organización no gubernamental Profamilia ha logrado una notable presencia asistencial en la sociedad dominicana y, entre sus roles más destacados, está ofrecer un apoyo fundamental a las personas en procesos de separación tras sufrir violencia, proporcionando herramientas legales y emocionales para proteger a las partes y ayudarlas a avanzar hacia una vida más segura.
Dispone, para quienes estén en esa situación, de un espacio confidencial de apoyo y de un equipo multidisciplinario para guiar a las parejas, especialmente a las mujeres, en la defensa de sus derechos y en el acceso a refugios si es necesario, “actuando como una puerta de salida para romper el ciclo de violencia” que puedan estar viviendo.
La consigna de Profamilia es alinearse con la promoción de una vida libre de violencia, brindando servicios tras detectarse actos de agresión de género en las relaciones conyugales y actuando de manera importante cuando, en el desarrollo de un conflicto matrimonial, surge la idea de dirigirse hacia un divorcio en un contexto difícil.
Contra la violencia intrafamiliar vinculada con los conflictos que derivan en el divorcio, Profamilia emplea personal especializado para acompañar psicológicamente a las mujeres, facilitando un abordaje integral de los problemas interpersonales a quienes viven situaciones de violencia que incluyen amenazas y acoso. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.








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