Por Marino Ramírez Grullón
Ahora tenemos que desde que inició la pandemia del coronavirus se han gastado más de tres mil millones de pesos en compras y contrataciones, menos de la tercera parte ha ido a parar a adquirir pruebas y otros productos relativos a la salud de los dominicanos.
Todo lo demás es decir casi dos mil quinientos millones de pesos se invirtieron en avituallamientos y otros equipos no más importantes pero que no determinan quien está infectado o no.
Las famosas pruebas PCR así como las pruebas rápidas siempre escasean para los pacientes es que nunca han sido compradas para que haya acceso masivo a las mismas.
Así las cosas lo que se ha buscado es hacer negocios con la salud de la población no detectar quienes están enfermos o para tratar de curarlos.
Se podría admitir que todos los sistemas han fallado en evitar y curar el coronavirus pero como hablamos de un país pobre aunque los que lo administren vociferen que somos ricos, las cosas son diferentes.
Apuesto a que los acaudalados y nuevos millonarios que han salido de esta situación anómala del coronavirus son más ahora que siete meses atrás.
Esos dineros de los fondos públicos se quedan en pocos bolsillos vinculados al Estado benefactor a favor de la corrupción que es el dominicano y más cuando un gobierno se podría hacer cómplice de una situación así.
La clase empresarial debería sentirse avergonzada del pobre papel que juega en el sistema del que sólo se hacen socios en busca de que les toque alguna migaja de lo que sobra en la repartición.
Lo contrario sería denunciar la corrupción con los fondos públicos pero eso no pasa porque todos quieren una parte sin importar que las mayoría se jodan como pasa ahora con el virus demostrándose en el laboratorio público Defilló que no había ni hay interés en ubicar enfermos para curarlos como manda la ley.
Si realmente no se establece un régimen de consecuencias contra los corruptos públicos y privados, que se normen las reglas de compras y contrataciones nosotros no vamos a llegar a ningún lado hablando de una moralidad pública que nunca se aplica.
Esta última semana frenética exhorto a la población que observe la repartidera de bienes públicos que se está haciendo hace unos días dentro de los que se incluyen bienes muebles e inmuebles, pensiones, despacho a bienes nacionales, liquidaciones en fin todo lo que resulte fácil de asignarse dentro de un estado de desesperación.
Si cuando lleguen las nuevas autoridades no echan para atrás esas barbaridades que están ocurriendo en la administración pública entonces tendremos que decir a Dios que reparta suerte.