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Anna Cruz: «La plata de Río 2016 nos supo a oro»

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Cruz (Barcelona, 1986), jugadora del Casademont Zaragoza que en enero dejó la selección con ocho medallas en su palmarés, tendrá siempre un hueco en la historia del baloncesto español por esa canasta agónica contra Turquía que les abrió las puertas del olimpo.

EFE.- El 16 de agosto de 2016, en Río de Janeiro, la selección española femenina de baloncesto rompió un techo de cristal. Una canasta a la carrera de Anna Cruz a medio segundo del final contra Turquía supuso el 62-64 que llevaba a España por primera vez a la lucha por las medallas. La protagonista de aquel momento recuerda con EFE aquella plata que «supo a oro».

«Fue una plata que nos supo a todas a oro, porque para nada íbamos con esa mentalidad. Siempre vas con intención de hacer podIo, pero sabes que en unos Juegos Olímpicos la cosa se complica. Ya lo hubiésemos firmado todas. Esa plata está guardada como el mayor tesoro de nuestra carrera deportiva», rememora Anna Cruz.

Cruz (Barcelona, 1986), jugadora del Casademont Zaragoza que en enero dejó la selección con ocho medallas en su palmarés, tendrá siempre un hueco en la historia del baloncesto español por esa canasta agónica contra Turquía que les abrió las puertas del olimpo.

«Parecía que teníamos el partido controlado y al final, por un par de pérdidas tontas y a falta de 4 segundos, cogí el balón y lo único que podía hacer era correr y tirar desde donde pudiera. En esos momentos no piensas. Incluso viendo la repetición de la jugada veo que se me escapa un poco el balón. Tienes suerte, el balón entra y ya está», revela la artífice de esa cesta histórica.

Con aquella canasta, España daba la vuelta definitivamente a un duelo de cuartos de final «muy duro» en el Turquía había llevado la iniciativa. «En los últimos años siempre las habíamos ganado y pensábamos ‘cómo nos puede pasar esto ahora, en esta cita tan importante'», rememora.

El triunfo no solo les dio acceso a pelear por las medallas por primera vez en la historia del baloncesto femenino español, sino que les liberó de las presiones.

«Si perdíamos los cuartos nos volvíamos a los dos días y si pasábamos ya nos quedábamos hasta el final. Nos dijimos: ya que hemos pasado esto, a por todas, que nadie nos quite la medalla y menos Serbia, con la que siempre ha habido una especial rivalidad», explica sobre su rival en las semifinales, en las que se impusieron por 68-54.

Contra Estados Unidos, una selección de récord que no se ha bajado del primer lugar del podio desde Atlanta 1996 y que no pierde un partido olímpico desde las semifinales de Barcelona 1992, las españolas sabían que la diferencia era abismal (101-72). «Salimos como siempre a luchar, a darlo todo y hasta donde llegáramos. Competimos bien hasta la media parte, y al final se nos fueron, porque tanto físicamente como por talento están por encima», apunta.

La plata fue la guinda para una selección que tenía «muchas ganas» de estar en Río 2016, después de haberse perdido la cita olímpica anterior en Londres por el décimo puesto en el Eurobasket de Polonia 2011.

«Veníamos haciéndolo bien durante algunos años, era algo que el conjunto se merecía, disputar unos Juegos. Ninguna pensábamos que íbamos a hacer plata, simplemente vivirlos era un premio», se reafirma Cruz, que a nivel personal recuerda estar «en shock» durante su primera semana en la Villa Olímpica en unos Juegos que vivió «al 100%», incluyendo el caos organizativo al ir a ver otros deportes. «Fuimos a ver un partido de rugby a 7 y fuimos incapaces de volver a la Villa. Hay un montón de anécdotas, algunas que no se pueden contar», bromea.

LA NORMALIZACIÓN DEL ÉXITO Y EL ADIÓS A LA SELECCIÓN

Anna Cruz forma parte de un grupo de jugadoras que ha llevado a la selección española a encadenar siete torneos consecutivos sin bajarse del podio entre Europeos, Mundiales y Juegos. «Parece que lo hayamos normalizado, pero la verdad es que las que estábamos y las que están saben lo difícil que es conseguir una medalla, lo mucho que cuesta y lo caras que son», señala la barcelonesa.

Más de una década y ocho medallas después, la alero anunció en este mes de enero que dejaba la selección en una carta pública en las redes sociales donde reclamaba «respeto y dignidad».

«Son muchas cosas, un cúmulo, siempre hay algo que lo hace detonar y es como la gota que colma el vaso. Decidí que no quería aguantar más ese tipo de sensaciones y anteponer mi salud mental, dejar la selección, que es algo que siempre me ha apasionado, y anteponerme a mí. Dejar de cumplir mis sueños deportivos por tener un poco de paz y de salud», explica Anna Cruz.

La cercanía de esta difícil decisión provoca que le cueste ver los partidos de las que fueron sus compañeras. «No lo estoy siguiendo mucho porque me gustaría estar ahí y no puedo. Incluso me cuesta hablar en pasado. Inevitablemente por las redes sociales te enteras de todo, pero prefiero no exponerme», valora la jugadora, que aun así cree que las españolas saldrán «más fuertes y reforzadas» de la decepción del Eurobasket, en el que España acabó séptima tras la derrota en cuartos de final ante Serbia, que terminó como campeona.

LA WNBA, RUSIA Y LAIA PALAU COMO REFERENTE

Anna Cruz forma parte de una generación que ha convertido en habitual ver a españolas compitiendo en los mejores equipos del mundo. Entre 2013 y 2019 pasó por el Oremburgo y el Kursk rusos y el Fenerbahce turco; y disputó tres temporadas en la WNBA entre 2014 y 2016, ganando el titulo en 2015 con las Minnesota Lynx.

«Yo tardé en salir de España. Salí con 26, necesitaba un cambio y me daba igual que fuera al lado o lejos. Salió Rusia, las dos primeras semanas fueron duras, pero yo decidí que no quería vivir pegada al móvil e intenté ser una más, relacionarme con las compañeras y vivir a tope. Iba para un año y me quedé seis», apunta.

Con esa misma aproximación, de menos a más, fue su vivencia en la mejor liga del mundo, la estadounidense. «Fui a un ‘Training Camp’ sin muchas expectativas, una maleta para volver en dos semanas, y mira. Salió todo rodado en Nueva York, fui titular en todos los partidos, jugué muchísimos minutos y tuve mucho más protagonismo del esperado. Mis tres años en la WNBA fueron una recompensa al trabajo realizado durante toda mi carrera», reflexiona.

Actuaciones como la suya abren las puertas a más jugadoras europeas. «Estar en la pista es complicadísimo, sobre todo porque había una cultura un poco cerrada a las europeas. Ahora ya van abriendo las puertas, al principio era muy americano», explica.

Entre ellas, la joven pívot española de 19 años Raquel Carrera ha sido seleccionada este año en el decimoquinto lugar por Atlanta Dream, la posición más alta de una jugadora española en la historia. «Le diría que disfrutara y se deje llevar, que no la puedan los nervios. Esto es un premio, si vas nerviosa te pueden jugar una mala jugada y no demostrar lo que eres. Si tiene que ser, será», aconseja.

Los últimos éxitos de la selección han tenido el efecto de generar referentes para las niñas que ahora se interesan por el balón naranja y la canasta. Para Anna Cruz, el ejemplo siempre estuvo cerca: Laia Palau, la eterna capitana de la selección con la que compartió club en los inicios, el Universitari de Barcelona.

«Yo siempre he tenido un referente muy claro que ha sido Laia Palau. Jugábamos en el mismo club, recuerdo ver al equipo senior y decirle a mi madre que quería parecerme a ella y jugar como ella. Ahora estamos más al alcance de todos, mediáticamente tenemos más seguimiento, la juventud nos puede ver más, pero antes era un poco más complicado, o estabas muy metida o era difícil tener un ídolo que no fuera masculino, porque el femenino siempre hemos ido un pasito por detrás», reflexiona Anna Cruz, que sitúa su futuro más allá de las canchas en la comunicación, campo en el que es licenciada en Comunicación Audiovisual y tiene estudios de postgrado.

Un futuro que tendrá que esperar, ya que tiene por delante una nueva campaña en el Casademont Zaragoza, tras un año de lesiones.

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