(bbc Mundo).-El pasado 29 de mayo dos tercios de los colombianos votaron por un cambio; por una ruptura con la clase política que ha gobernado por siglos. 14 millones de personas dijeron «no más».
Pero votaron por dos tipos de cambio: uno ambicioso, prometido por Gustavo Petro, que busca ser el primer presidente de izquierda del país; y otro pragmático, propuesto por Rodolfo Hernández, un candidato independiente y sin partido obsesionado con la lucha contra la corrupción.
Ambos son enemigos de la política tradicional, se construyeron como antítesis a «los de siempre» y tienen discursos de ruptura.
Pero el economista y exguerrillero Petro y el ingeniero y magnate de la construcción Hernández, que se enfrentan este domingo por la presidencia, no comparten las formas ni los diagnósticos ni los proyectos políticos.
Ambos acusan al otro de ser «continuista«. Y se asumen como «el cambio real«.
«Tantos años de un sistema dirigido por los mismos y que no funciona para la mayoría han sido más que suficientes; el cambio es el sentimiento y la lucha de toda Colombia», dijo Petro esta semana.
Y Hernández lo puso de esta manera: «La elección es simple: votar por alguien que esté controlado por los mismos de siempre, o votar por mí, que no estoy controlado por nadie».
Petro se presenta por tercera vez a la presidencia. Lleva 40 años construyendo un marco político para hacer historia. Empezó siendo guerrillero. Luego fue exitoso senador y polémico alcalde de Bogotá. En su contra está el rechazo de una gran parte de la población.
Rodolfo Hernández era prácticamente desconocido a nivel nacional hace seis meses. Pero en su tierra, Santander, el «ingeniero» lleva años construyendo un imperio de la construcción. Fue alcalde de la capital, Bucaramanga. Y su principal carta —que en la «ciudad bonita» en parte lo logró— es «arrasar con la corrupción». En su contra juegan su desconocimiento del Estado y que el 21 julio está llamado a juicio por un caso, precisamente, de corrupción.
Coinciden en una cosa más: son acusados de «populista». Los expertos consideran a Petro un populista nacionalista antioligarquía; y a Hernández, un populista neoliberal antipolítica.
Para ganar, tanto Petro como Hernández tuvieron que aliarse con miembros de la desprestigiada clase política, aunque ellos lo niegan. Durante la sucia y frenética campaña para la segunda vuelta, los discursos de ambos fueron contradichos por sus mismas acciones, plasmadas en viejos y reciente archivos que publicaron los medios de comunicación. Poco se habló de los programas.
Lo que se manifestó el 29 de mayo puede pasar a la historia como un grito de independencia, uno de la gente hastiada con su clase política. Pero también puede ser un grito que no fue atendido.
Dos cambios: uno ambicioso y otro pragmático
Petro y Hernández pasaron a la segunda vuelta gracias a sus propuestas de cambio, pero en estas tres semanas las diferencias entre ellos fueron cada día más evidentes.
El cambio de Petro es de fondo y a largo plazo. El de Hernández es de formas y enfocado en la corrupción.
Aunque ha dicho que no buscará la reelección, Petro cree que su proyecto político necesita de varios gobiernos en la misma línea para conseguir sus objetivos, que implican profundas reformas en ámbitos tan complejos como la propiedad de la tierra (la quiere desconcentrar), los sistemas de salud y pensiones (los quiere desligar del sector privado) y el modelo productivo del país (lo quiere pasar del extractivismo al industrialismo).
El proyecto de Hernández, en cambio, no propone una temporalidad más allá de los cuatro años que podrían significar la presidencia de un dirigente de 77 años. Sus principales cartas son acabar con la corrupción a través de rigurosos sistemas de vigilancia a las concesiones y contrataciones del Estado, y reducir la burocracia, cerrando embajadas y consulados y fusionando ministerios. En lo económico cree que eliminando las «trabas y la robadera» se generará empleo, competencia y crecimiento y que reduciendo el gasto público se podrá invertir más en lo social.
El idealista Petro propone hacer grandes reformas en casi todos los temas. El austero Hernández solo quiere que las cosas funcionen como deberían.
«Petro busca un cambio cultural y un Estado que tome acciones fuertes para asegurar la igualdad», dice la politóloga Mónica Pachón. «Un Estado más grande, más garantista, con una provisión de servicios más amplia; algo que necesariamente implica aumentar el gasto y la burocracia estatales».
Lo de Rodolfo Hernández es casi lo contrario, según la profesora de la Universidad de los Andes: «Un mundo en el que la gente puede ascender y prosperar sin trabas; un Estado modesto, pero sobre todo eficiente y sin burocracia».
El también politólogo Gustavo Duncan, que ha escrito sobre los tipos de pueblo que ambos populistas «inventan», añade: «Todos los populistas se basan en la idea de un cambio y de un pueblo imaginario, ideal, para justificar sus discursos«.
«El que inventa Petro es un pueblo excluido que busca dejar de ser pobre a través de subsidios y participación política, mientras que el que inventa Hernández es un pueblo parroquial y trabajador que teme que le roben lo que ha ganado o puede ganar con su trabajo».
«Lo de Petro es ambicioso, y por eso tiene más potencial de salir mal, y lo de Hernández es más precario, pero por eso más realizable», sostiene el analista.