YAHOO.- Guillermo Ochoa tiene en la mira una apuesta que no todos habrían anticipado: jugar su sexta Copa del Mundo, la cuarta de ellas como titular. El guardameta mexicano, que actualmente milita en la Salernitana de la Seria A, sigue siendo el dueño del arco tricolor. Y no tiene la intención de dejarlo pronto y menos si no hay un colega que sea capaz de mandarlo a la banca. Esa es su voluntad y no tienen ningún tipo de rubor en expresarla.
Así lo expresó en entrevista con Azteca Deportes. “Son los jóvenes los que tienen que ir a tocar la puerta, son los jóvenes los que tienen que mostrar las ganas de quedarse con mi lugar», señaló el canterano americanista. En los últimos años han surgidos algunos porteros relativamente jóvenes, como Luis Ángel Malagón y Carlos Acevedo, pero ninguno con la capacidad real de quitarle el puesto a Ochoa, que actualmente tiene ya 37 años (y cumple 38 la siguiente semana).
Ochoa sabe lo que dice por una razón: le tocó vivirlo a él. Cuando arribó a la Selección Mexicana el titular era Oswaldo Sánchez. Después tuvo que pelear el puesto durante mucho años con José de Jesús Corona —y fue suplente de Óscar Conejo Pérez en la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010—. “Me tocó a mí venir y ganarme mi lugar. Nadie me lo regaló. Así que mientras me sienta bien y los entrenadores tengan confianza en mí, voy a seguir aportando en base a mi rendimiento. Y la edad no tiene nada que ver. No es una selección sub-20 o sub-23. Mientras esté en nivel, me sienta en nivel y sea llamado, competiré, porque las puertas de la Selección siempre están abiertas”, abundó el cancerbero.
El problema de la Selección Mexicana y el ocupante de su arco está más allá de Ochoa. Es un hecho que no ha habido un recambio generacional. Los porteros convocados a la actual Copa Oro son Acevedo, José Antonio Rodríguez y Malagón. Ninguno de ellos ha hecho los méritos ni tiene las facultades para enviar a la banca a Ochoa. Es diferente a lo que él hizo cuando había porteros delante de él. En algún punto, quitó del puesto titular a Oswaldo Sánchez y también a Jesús Corona. Fue polémico porque en cada caso Ochoa se enfrentó a un cuestionamiento generalizado: ¿es realmente mejor?
Podía ser el mejor para unos y para otros no. Pero había algo incuestionable: podía sentarse en la misma mesa que dichos arqueros. Y hoy la realidad, por más cruda que sea, es una: ningún aspirante a su puesto le puede hablar de tú, en términos futbolísticos. Si algún portero hubiera irrumpido con fuerza y solidez en los últimos años, no habría duda de que la vigencia de Guillermo Ochoa en la portería nacional no podría extenderse más. Pero las cosas están acomodadas así en estos momentos, a tres años de la Copa del Mundo, la que él quiere jugar.
Se puede decir que es un capricho personal, y puede serlo. Se puede decir que, claro, cómo habrá nuevos talentos si él los tapa y no les da espacio para brillar. Pero el ejemplo de él mismo lo dice todo: alguien con las credenciales necesarias no necesita de vacíos para llenar un hueco. Ochoa no quiere soltar el arco que se ganó. Ni por edad ni por nivel y tampoco para abrir la vacante. Si alguien quiere tener su puesto para el siguiente Mundial, deberá demostrar que es mejor que él. La carrera empezó este año y vaya que llevar ventaja. Nadie le pisa los talones, con todo lo bueno y malo que eso pueda significar.