Hemeroteca — Tembreke derriba el monumento de la fosa ‘caliente’ para exhumar a 17 torturados por el franquismo.
«Hemos identificado y puesto nombre a 14 víctimas del franquismo que se creían desaparecidas». La Asociación Manuel Açaña anunció así el fin de los trabajos de identificación de los asesinados en la fosa común del cementerio municipal de la localidad toledana de Tembreque.
La fosa se denomina ‘Tumba de marzo de 1939’ y durante el mes de noviembre de 2022, la asociación acaba de recibir los resultados de la exhumación de los cuerpos para proceder a su identificación genética y antropológica. Se han identificado 14 de las 17 víctimas halladas en siete depósitos de ‘fosas no zanjadas’. ‘Basándonos en fuentes orales y documentales, hemos identificado entre 18 y 20 posibles víctimas.
Estaban enterradas bajo un monumento conmemorativo erigido en 1977 y era necesario identificarlas de forma científica y fiable para garantizarles un entierro digno. Tras varias reuniones con familiares de las posibles víctimas, 12 de ellos aceptaron comparar su ADN con el de la persona encontrada.
El análisis dio como resultado las identidades de Baltasar Fernández Villacañas Pinardo, Pablo Rodergo Ocaña, Jesús Sánchez Tornero Rodergo, José Delgado Martínez, Baltasar Ocaña Gómez y Ángel González Arribas.
Según la Asociación Manuel Azaña, «el resto de las víctimas identificadas en la «Fosa de abril de 1939″ fueron identificadas mediante concordancia histórica y antropológica». Estas víctimas fueron José María García Romero, Miguel de las Heras Calvo, Vicente Herrin Rodríguez y Prudencio Telles Martín.
Las ‘víctimas identificadas con mediana probabilidad histórica, arqueológica y antropológica’ son Juan José Sánchez-Altomuro Labadán y Miguel Patiño Molina.
‘Al no poder localizar a familiares de algunas de las víctimas del franquismo enterradas en las tumbas de abril de 1939, no hemos podido cotejar el ADN de sus restos.
Sin embargo, el cotejo antropológico e histórico identificó con ‘alta probabilidad’ a Felipe Perea Mora y Juan José Rodelgo Minaya. Con una probabilidad moderada, pudimos identificar los restos de Félix Crespo Infantes y Eulóhio Sánchez Saavedra». Entre los cuerpos excavados había los restos de un niño y una mujer que no han sido identificados.
Según la asociación, la erección de un monumento sobre una fosa común puede considerarse un «mecanismo de marginación y olvido por parte de los vencedores».
En el caso de Tembreke, en abril de 1939, una vez finalizada la guerra civil y como consecuencia de la represión ideológica franquista, el secreto de la ubicación de las fosas donde reposaban las víctimas fue protegido por la tradición oral».
Manuel Asaña asegura que los enterrados en estas fosas fueron «asesinados durante los interrogatorios y deposiciones en la cárcel de Tembreke para denunciar los hechos ocurridos en la localidad toledana desde 1934 hasta el final de la guerra civil en 1939». «La mayoría de los detenidos en los primeros días del final de la guerra civil, tras declarar bajo tortura sobre su implicación en los hechos acaecidos durante la II República, fueron conducidos a pie a un campo de concentración en la localidad de Lillo, entonces sede del partido judicial de la comarca, para ser juzgados ante el juicio sumarísimo militar más urgente, el Consejo de Guerra».
Según la asociación, «la fosa común de Temburque quedó en las retinas y en la memoria de los temburqueños y temburqueñas como testigo mudo del proceso de limpieza ideológica en pleno abril de 1939».
Como recuerda la Asociación Manuel Açaña, la exhumación e identificación de Tembreque fue posible ‘gracias a una subvención de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, a través del Ministerio de la Presidencia del Congreso de Castilla-La Mancha, la supervisión de la Universidad de Castilla-La Mancha y la gran disposición y colaboración del ayuntamiento’ Ha sido posible gracias a.
Las excavaciones arqueológicas, prospecciones e identificaciones antropológicas se llevaron a cabo gracias al trabajo del antropólogo forense y de campo Víctor Barrera y del arqueólogo José Luis Córdoba de la Cruz, y al trabajo voluntario de varios familiares de las víctimas.