¿Pueden Estados Unidos y China escapar de la trampa de Tulchide?
En su monumental obra La Historia del Petróleo, Daniel Yergin explica cómo la decisión del Gobierno de EEUU de congelar todos los activos financieros que Japón poseía en EEUU y de cortar todos los suministros de petróleo a los países asiáticos fueron los factores que desencadenaron el ataque japonés a Pearl Harbour y el estallido de la guerra entre Japón y China.
La decisión de congelar los activos financieros y cortar el suministro de petróleo fue el resultado de cuatro años de agresión militar japonesa en Asia: en julio de 1941, la política expansionista e imperialista de Japón había desembocado en la ocupación del sur de Indochina. Anteriormente, había ocupado gran parte de China.
El embargo de petróleo fue un grave problema para Japón. Era un grave problema para Japón porque le suministraba combustible comprado principalmente a California. ‘Con los suministros de EEUU y las Indias Orientales cortados, no había otras fuentes importantes disponibles’, afirma. Esto puso en peligro el funcionamiento del aparato de producción japonés y la maquinaria militar japonesa en su conjunto.
Leer: un escenario no tan brillante
En estas circunstancias, Japón decidió ampliar su ocupación de los países asiáticos para asegurarse el suministro de combustible y entrar en guerra con EEUU. Las consecuencias son de sobra conocidas. Sólo en Japón se perdieron alrededor de 2,2 millones de vidas, de las cuales 1,2 millones eran soldados y 1 millón civiles, con otros 1,4 millones de desaparecidos.
Lo anterior viene a cuento porque: Ray Dalio, fundador de Bridgewater, el mayor fondo de cobertura del mundo, comparó las restricciones del Gobierno estadounidense a la venta de chips a China con el escenario que condujo al ataque de Pearl Harbour después de que Estados Unidos vetara la venta de petróleo a Japón.
En una entrevista concedida a Bloomberg TV, Ray Dalio señaló que “el motivo de la Segunda Guerra Mundial fue detener y sancionar el suministro de petróleo. Es una situación muy similar a la actual, pero ahora el petróleo es el chip”.
Este destacado inversor, que ha escrito un interesante libro, Principios para afrontar el nuevo orden mundial: por qué los países tendrán éxito y por qué fracasarán, advierte repetidamente del riesgo de enfrentamiento entre los dos gigantes económicos, señalando que la situación empeorará a medida que se acerquen las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024. “Las relaciones entre EE.UU. y China están al borde de la línea roja en muchos ámbitos. En otras palabras, se trata de diferencias prácticamente irreconciliables y, por tanto, están al borde del abismo”, afirma Dalio.
Lo que hay que entender de la situación actual entre EE.UU. y China es la existencia de una voluntad estadounidense de bloquear el ascenso de China como gran potencia mundial. En esta cuestión, republicanos y demócratas están de acuerdo. Esta actitud es consecuencia del hecho de que en los últimos años la abrumadora ventaja económica de que disfrutaba Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial se ha ido erosionando en el contexto de una China que supera a las potencias norteamericanas en términos de producción medida en paridad de poder adquisitivo. Esto no sólo ha dado lugar a guerras comerciales, sino también a una lucha por el rediseño del planeta. Cabe destacar la preocupación de algunos estudiosos de los asuntos internacionales de que podamos estar ante la llamada “trampa de Tucídides”, en la que la guerra casi siempre se produce cuando una superpotencia intenta suplantar a otra. En su libro Destinados a la guerra, Graham Allison se pregunta si Estados Unidos y China pueden escapar a tal escenario.