¿Fue la crisis de 2003-2004 el resultado de la respuesta de las autoridades financieras a la quiebra fraudulenta de Baninter, o hubo otros factores políticos en juego? Los interrogantes técnicos persisten, pero es difícil calibrar las medidas adoptadas al calor de acontecimientos sin precedentes desde la comodidad de años de distancia.
En 2004, a Leonel «le pegaron con un huevito» y, como buen pelotero, «fue por el 411″; el regreso del PLD también fue producto del mal manejo mediático de la crisis por parte del gobierno y de su incapacidad para dominar la narrativa desde el día cero. De hecho, 20 años después, la gente no asocia la crisis con Baninter, sino con Hipólito.
La gestión de la comunicación es esencial en cualquier régimen y en cualquier época. Incluso en los reinados y dictaduras más violentos y sangrientos, el miedo por sí solo no basta y el poder necesita una base narrativa que lo justifique. En una época de flujos, en la que las redes nivelan la comunicación, tan importante como el marco mental es el control de la información desde su conceptualización hasta su difusión.
Durante 16 años, el PLD dio lecciones de gestión de la comunicación. Esto se debe a que este partido/gobierno supo transformar con éxito el modelo de comunicación de los medios tradicionales a las redes sociales.
Los gerentes de comunicación priorizaron el control y el empuje de la narrativa. Ellos determinaban la agenda mediática y dirigían, estructuraban y asignaban portavoces. Cada portavoz actuaba como un instrumento perfectamente afinado, tocando su parte en una orquesta sinfónica que interpretaba una única partitura, dirigida y ensayada a la perfección por un único y eficiente director.
Ese era el truco y funcionaba. La idea de que el éxito depende únicamente de los recursos que se pongan es prueba de una incomprensión total de la tarea de comunicar.
El silencio actual pone en duda esta hipótesis. La gestión de la comunicación del Gobierno es muy insatisfactoria. Sin dirección estratégica ni portavoz, el Presidente sigue siendo el mayor activo de comunicación del Gobierno. Es comprensible que la narrativa esté saturada de declaraciones maximalistas insostenibles o, peor aún, reactivas/retroactivas, negativas en las primeras fases de la crisis y positivas y condescendientes después. Lo que resulta académicamente incomprensible es la falta de habilidades comunicativas de la oposición. Los líderes de la oposición carecen de discurso y se comportan como surfistas dependientes del statu quo ante cualquier ola de comunicación.
A pesar de estar en el mismo equipo y ser los mismos estrategas, parece que la magia no estaba en el genio sino en la botella».