Periódicamente tiendo a desconectarme de forma imaginativa y voluntaria hasta situarme en un punto del espacio para observar el proceso natural de vivir en grupo. Observo el reino mineral y lo uso como modelo en piedra de un pasado lejano y estático, idealmente como tema hecho para la contemplación. Luego miré al cielo y las nubes con sus tonos cambiantes reflejaban la hora del día y la estación del año.
Ajusté mi mirada hasta centrarme en las olas del mar disminuyendo poco a poco hasta morir como espuma en la suave arena de la playa. Allí disfruté de la sinfonía creada por el viento, los pájaros y el agua al amanecer y al atardecer. Entonces mi mente se volvió hacia la montaña virgen con su majestuosa vegetación.
En la cima se encuentran grandes árboles maduros, seguidos de árboles de menor tamaño hasta terminar en la llanura con el pasto humedecido cada mañana. Con solo mirar el panorama, puedo sentir la inimitable y tan esperada primavera, así como el otoño presagia el frío invernal que se avecina. En verano disfruto del río bajo la sombra de los árboles con sus notas incomparables que invitan a soñar hasta agotar el oído que crea el agua discurriendo sobre rocas y arena.
La montaña también me permitió sumergirme en el espacio densamente boscoso para convertirme en testigo fiel de un espacio de lo más conmovedor con la luz encantadora de bandadas de cocuyos y luciérnagas, además del sonido de grillos y ocasionales voces de noctámbulos. Me desperté de nuevo, o mejor dicho, para reconectarme con el verdadero espacio existencial cotidiano. Inmediatamente noté el ruido incesante de los vehículos y la atmósfera degradada por la contaminación ambiental; Las fluctuaciones climáticas creadas por el Homo sapiens me parecen sorprendentes y frustrantes en su deseo de acumular y consumir polarizados entre los pocos que se han apoderado del planeta y los muchos obligados a compartir las pocas sobras disponibles.
Puedes leer: Motoconcho y el Transporte Dominicano Experimentaremos la vida urbana de manera diferente según el piso donde vivamos en el edificio social creado y sostenido por arquitectos históricamente poderosos. Sólo cuando hay grandes terremotos, terribles sequías y largos períodos de lluvias torrenciales parece que corremos el mismo peligro. La pandemia de Covid-19 se ha desarrollado de manera similar, afectándonos a todos y generando desempleo entre las personas mayores acostumbradas a imaginar décadas de una jubilación profesional gratificante.
La temporada de béisbol invernal dominicano ha terminado, la gente vuelve sus emociones a la campaña electoral. Fuegos artificiales y bengalas explotaron en el aire. Todos visten su uniforme favorito, algunos cambian de abrigo según el viento o el saldo de pagarés y pagarés.
Las ruidosas y coloridas marchas están animadas por el dios Baco, fondos, mapas y promesas. La agresión visual por todas partes y los sonidos ensordecedores de decibelios serán los amos y señores del ambiente nacional. Las redes sociales atraparán a quienes se atrevan a manipular la situación política actual.
¡Espero que suceda el milagro deseado! Que nosotros, los dominicanos, nos veamos como hermanos y hermanas amenazados por la pobreza extrema y el desorden de este lado, las guerras en el extranjero y el costo de vida insoportable. ¡Centrémonos en el bien común!