Cuando comparto con un escritor me siento un ser humano. La intimidad del lenguaje fácil de entender y no barato me recuerda quién soy. Hace unos días conocí a Manuel Núñez Asencio y ambos tuvimos un diálogo íntimo y de respeto mutuo que pocas veces se utiliza.
En la conversación anterior, además de intercambiar certezas literarias y visiones de un mundo que no sabe hacia dónde va, Núñez Asencio me transmitió una sensación de cubanía que nunca antes había conocido y que ahora puede perderse. Con respeto y humildad, el escritor asistió a la presentación del libro Canto a Duarte de José Ángel Buesa, que rinde homenaje a este destacado poeta cubano, que vivió durante dieciséis años como un sencillo dominicano y, como regalo a su patria, escribió un Colección de poemas de gran importancia, que contiene una de las pocas canciones épicas concebidas en su brillante carrera literaria. Pero esta vez no vengo a hablar de mis compatriotas, cuyos restos descansan desde hace un tiempo en el Santuario de la Asociación de Cubanos Residentes en República Dominicana.
Mis artículos se centran en el relato del autor sobre la Decadencia del Estado dominicano y sus publicaciones recientes. De Manuel Núñez acabo de recibir dos volúmenes nacidos de su innegable talento creativo. La primera es una novela llamada El último Sordello (que tratará sobre otra época), una historia de varias historias en la que personajes históricos aparecen como protagonistas o coprotagonistas y son puntos de referencia, a veces sutiles y otras directos.
. Recrear la presencia de estas luminarias en una prosa elegante y de alto nivel, con toques poéticos y conceptuales, hace que leer el libro sea un placer. El segundo libro es una colección de relatos sobre la llegada del barón Samedi a Santo Domingo y otros relatos, que contiene once cuentos, dos de los cuales fueron publicados en revistas culturales: El regreso de Mathilde (p.
13) y Muerte de los mosquitos (p. 49). ).
Los nueve libros restantes, inéditos hasta la fecha, mezclan drama con ironía, oportunidad con misterio, historia con inquietud y certeza con inseguridad. Contienen la voz de un autor situado en contextos específicos desde los que captar el devenir de personajes ligados a sus propios destinos, con profundas huellas y ceños fruncidos. Otras historias son Un matrimonio modelo, Muerte en la playa, Los infinitos rostros de Eva Perdomo, El amor sano no es amor Amor descubierto por Federico, Los perros de Francisco, La invención de Boyer, Los hombres no saben morir y la ya mencionada La de Entrada del Barón.
Sábado en Santo Domingo. Esta última historia indaga en el sufrimiento del pueblo dominicano con el vecino Haití a lo largo de la historia, donde las novelas se encargan de popularizar fricciones, situaciones históricas, personajes reales y tramas sobre el enfrentamiento entre ambos países. La historia es una lectura agradable, el autor utiliza la simbiosis y conecta una acción con otra como una alegoría, para que los lectores puedan entrar fácilmente en su propio mundo de realidad.
Si me pidieran que recomendara sólo una historia de este libro (aunque me entusiasman todas), preferiría Los hombres no saben cómo morir, una historia que se desarrolla en primera persona, en la boca. de un hombre fallecido. , donde cuenta lo que sintió cuando su pecho latía al ritmo de su sangre, de la que, según su propia experiencia, muchas veces fue abusada.
Estas historias atraerán a los lectores que están cansados de ver la vida cotidiana y sencilla de algunos autores como buena y valiosa. Lamentablemente, nuestra cultura contemporánea no fomenta ni promueve el amor por la lectura. Por mucho que estas historias nos emocionen, saben traspasar fronteras y están arraigadas en el buen gusto literario.