Dicen que más de 10 sitios de evacuación están completamente vacíos y necesitan acceso a alimentos, atención médica, agua, equipos de higiene y apoyo psicológico. En su último informe de la segunda semana de marzo, la OIM dijo que más de 160.000 personas se encuentran actualmente desplazadas en el área metropolitana de Puerto Príncipe. También te puede interesar: Relativa calma reina en las calles de Puerto Príncipe tras las tensiones del jueves La inseguridad está aumentando en todo el país: violencia en Artibonite, cierres de carreteras en Cabo Haitiano y escasez de combustible en el sur.
La gente de la capital está encerrada, no tiene adónde ir. Quienes huyeron no pudieron reunirse con familiares y amigos en el resto del país para buscar refugio. La capital está rodeada de grupos armados y peligrosos.
El colapso del sistema de salud, los ataques a hospitales por parte de grupos armados y la falta de servicios de salud mental están empeorando la crisis humanitaria. Varios hospitales fueron saqueados por bandas y el personal y los pacientes, incluidos los recién nacidos, tuvieron que ser evacuados. Los expertos médicos de la capital hacen sonar la alarma sobre una grave disminución de la capacidad de prestar los servicios médicos más básicos.
Entre los servicios de salud más básicos, la necesidad de apoyo psicosocial se está volviendo urgente. Los desplazamientos sucesivos, en los que las personas dejaron todo atrás, combinados con experiencias de violencia, violaciones y condiciones de vida hacinadas, han exacerbado el malestar psicológico con un aumento alarmante de las tendencias suicidas entre las poblaciones desplazadas. En todo Haití, 362.000 personas se encuentran actualmente desplazadas internamente, algunas con vulnerabilidades familiares que van más allá de niveles crecientes de vulnerabilidad.
Esto representa un aumento del 15% desde principios de año. Más de la mitad de ellos, o 180.000 personas, son niños, un grupo particularmente vulnerable. La falta de bienes y recursos exacerba aún más una situación económica ya precaria.
Cada nueva ubicación plantea nuevos desafíos de adaptación, como el acceso al agua y a los servicios básicos. Las familias deben adaptarse constantemente, lo que provoca estrés y ansiedad.
