El Domingo de Ramos es un feriado importante no solo para la Iglesia Católica sino también para otras ramas del cristianismo como el evangelicalismo. En este día conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamaba como el Mesías y lo recibía con palmeras y ramas de olivo, según los evangelios de San Marcos y San Mateo. Los principales rituales de este día son la bendición de palmas, procesión, misa y en ella el relato de la Pasión de Cristo.
Los creyentes que participan en la procesión deben sostener en sus manos ramas de palmeras, olivos u otros árboles y cantar canciones. Los sacerdotes también cargan ramas de árboles y avanzan guiando a los fieles. Los creyentes suelen colocar hojas de palma bendecidas junto a cruces, en altares o pinturas religiosas en sus hogares, para conmemorar la victoria de la Resurrección de Jesús.
Históricamente, esta tradición judía significó que el Mesías era una figura respetada y querida que vino a liberar al pueblo de la opresión romana. Es un signo de adoración, así como una expresión de lealtad a Jesús, quien vino a redimir al pueblo ofreciéndose a sí mismo en sacrificio. La tradición de celebrar el Domingo de Ramos en la iglesia refleja la venida de Jesús, donde los fieles asumen el papel de estos discípulos llevando ramas de olivo y cantando canciones alabando la venida de Cristo a la ciudad santa.
Las hojas de palma eran importantes cuando Jesús vino a Jerusalén, no sólo porque mostraban el respeto de los presentes hacia Él, sino también porque llevaban un significado de riqueza y fertilidad que continuó hasta nuestros días. Por esto es tan importante para los fieles cristianos plantar estos árboles al inicio de la Semana Santa, pues durante esta celebración el sacerdote es el encargado de bendecirlos y luego colocarlos en lugares especiales de autoridad durante siete días. Al final de la semana, esas hojas de palma se queman en la iglesia y las cenizas se almacenan cuidadosamente para su uso el Miércoles de Ceniza del año siguiente.