Como en La balada del pianista (Leonardo Schultz) inmortalizada por José Feliciano, en la política dominicana las historias se repiten y los actores apenas cambian de posición. Esta es la aburrida política dominicana simbolizada por la guitarra y el violín. Esto sucedió en las elecciones presidenciales de 2004 y 2016.
Hoy, sólo los ganadores son perdedores y viceversa. Luego del colapso del gobierno del PRD en 2003 debido a la crisis financiera que se desató en marzo del mismo año, tras la escisión del PRD con el surgimiento del PRM en 2015, la victoria del entonces PLD estaba asegurada. La única victoria es una incógnita del porcentaje que ganará Leonel (2004) o Danilo (2016).
Crea memoria. A menos que uno de los cisnes negros del profesor Taleb surja en los próximos 58 días de campaña y haga que suceda lo imposible, nadie duda de que Luis Abinader ganará la presidencia. Al igual que en 2004 o 2016, queda por ver cuál será el porcentaje de votos.
Precisamente, el problema radica en el conocimiento de este pronóstico general, confirmado una y otra vez, que le daría la victoria a Luis Abinader. El problema es muy simple: donde dan, allí reciben. Hoy, el PLD, como el PRM en 2015, está jugando a desacreditar el proceso, socavando la legitimidad y credibilidad de los árbitros para justificar lo que su propia investigación les dice saber.
Como una balada… la historia se repite, sólo los actores, los actores, cambian. Hoy (2024) como ayer (2004, 2016), la oposición trabaja para desacreditar el proceso y a su árbitro (JCE), en lugar de preguntarse francamente: ¿Por qué sigo?, ¿pierdo el favor recibido del Soberano?
División, locura total, excesiva falta de civismo en un ambiente de excesiva arrogancia o las terribles ganas de morir de éxito ya exhaustos de ganar siempre demasiado, es el lema del libro Mi penúltimo ¿Cuál es el precio de la victoria? Ante tales reflexiones, la pregunta es sólo una: ¿qué hará el PRM con el poder que, según todos los sondeos, le entregará la Soberanía el 19 de mayo? Esto sucede en colegios/sociedades profesionales e incluso clubes sociales.
El mayor problema de nuestra creciente democracia es que, en nuestra cultura política, el destino ganador de los demás es ignorarlos. ¡Qué aburrida es la política electoral en Dominica!