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Eliana Busch, nadadora chilena de 89 años sueña con la gloria

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“No duro para siempre”, dice y ríe en el departamento donde vive sola en Viña del Mar (120 kilómetros al noroeste de Santiago).

Un día tendré que parar. “No duro para siempre”, dice y ríe en el departamento donde vive sola en Viña del Mar (120 kilómetros al noroeste de Santiago). Llena de energía, Eliana Busch siguió atacando sin perder el ritmo.

Va y viene en la piscina de 25 metros de largo. Una, dos, tres, cuatro veces… Nada mal para un chileno de 89 años que acaba de ganar una medalla de oro en una competencia internacional.

A principios de marzo se celebró en Doha, Qatar, el Campeonato Mundial de Natación Masters. Busch espera a algunas de las japonesas que ganaron el anterior Mundial en Kyushu (Japón), donde la chilena no acudió. Su oponente, de la misma edad, nacido entre 1930 y 1934, finalmente no apareció.

Busch hizo la prueba de todos modos. Nado contra mí mismo. (…) No tengo antecedentes (referencias) de cómo sucedió.

Me vi obligada a batir el récord para demostrar que incluso nadando sola era la mejor, recordó en una entrevista a la AFP antes del entrenamiento. La nadadora chilena finalmente consiguió la gloria en esta competencia reconocida por la Federación Internacional de Natación. Ganó cuatro medallas de oro en los 100 y 200 metros estilo libre, 50 metros braza y 50 metros espalda.

En esta prueba final batió el récord mundial al cubrir la distancia en un minuto y cuatro segundos. Si nadara contra los hombres, los vencería, dice desafiante esta mujer separada y madre de dos hijos. Cabello castaño, pasos lentos, músculos tonificados: Eliana Busch se siente en buena forma.

En septiembre cumplirá 90 años, con el mantra en los labios: no me gusta perder. Hago todo lo que puedo para ganar. Tendré que parar algún día.

“No duro para siempre”, dice y ríe en el departamento donde vive sola en Viña del Mar (120 kilómetros al noroeste de Santiago). Pero mientras gane y obtenga puntuaciones buenas y decentes, seguiré nadando”, afirmó. Eliana Busch lleva el deporte en la sangre.

Comenzó a nadar a los 9 años y a los 13 ya era campeona nacional. En la década de 1950, apareció en traje de baño en las portadas de periódicos y revistas, cuyos recortes guardaba y exhibía con orgullo. A los 20 años se casó con un oficial de caballería y dejó la natación por la equitación, disciplina en la que también consiguió mejores resultados a nivel nacional.

Su salón estaba decorado con pinturas y esculturas de caballos. Pero a los 78 años sufrió un accidente que la obligó a volver a la piscina, no para recuperarse sino para competir. Me caí mientras intentaba domar a un pony árabe y me rompí el antebrazo, la clavícula y algunas costillas, dijo.

Me lo he roto varias veces, (…) pero esta vez me duele mucho. Mis hijos me decían: ‘Mamá, si te gusta tanto competir, por qué no te concentras en nadar’‘, recordó. Los escuchó y empezó a ganar competencias para veteranos: Sudamérica 2016, Panamericano 2018, Mundial 2019 en Gwangju, Corea…

Entre la primera y la segunda producción sufrió un infarto. Un día, al regresar de nadar, sintió náuseas. Dije: ‘Voy a morir».

Lo pensé y me dije: ‘No Eliana, no puedo morir’. Tiene mucho trabajo por hacer”, afirmó. Durante siete años compitió con marcapasos.

Es capaz de nadar hasta 1.500 metros. Eliana Busch entrena al menos cuatro veces por semana e imparte clases de natación en una piscina municipal de Viña del Mar. Llegó al lugar en su propio vehículo.

Optimista y enérgica, imparte esta fuerza y ​​disciplina a un grupo de estudiantes adultos, tanto hombres como mujeres. Empezó a nadar estilo perrito y ahora observa cómo nada y comenta el progreso de algunos de sus alumnos de 40 y tantos. Eso es todo, dos rondas de crol y espalda, dando instrucciones mientras se corrigen los golpes débiles.

Quiero hacer entender a las personas mayores que la vida se vive hasta el último minuto. Eso es mucho control mental. Haz algo, no hace falta ser nadador pero tampoco te quedes en casa, animó.

Su mensaje pareció resonar más que su técnica. La energía que aporta es asombrosa. Estás cansado, estás agotado, pero la ves seguir adelante.

Es impresionante, resume la enfermera auxiliar Patricia Aravena, de 55 años y una de sus alumnas.

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