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30 años del asesinato de la dominicana Lucrecia: el crimen racista que pone a España frente al espejo

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Su hijo, desde hace 12 años, trabajó para la ONG Movimiento Contra la Intolerancia y dijo sentir "rabia y dolor" hacia los asesinos de su madre: tres adolescentes y un Pueblo.

Originaria del pueblo de Vicente Noble, 33 años, llegó a Madrid en septiembre de 1992 tras recibir unas multas de emergencia; Al llegar a la capital española, comenzó a trabajar como becaria en una familia adinerada.

El asesinato de la dominicana Lucrecia Pérez, considerado el primer crimen de odio en España Nha y la condena se prolonga treinta años desde entonces, protagoniza un documental que pone a los españoles ante el espejo del racismo.

“Lucrecia: un crimen de odio” (Disney+), estrenada el pasado mes de junio, vuelve a contar la historia de Lucrecia: una mujer que, como tal, muchos otros en los años 90, migraron de República Dominicana a España para buscar un futuro mejor para ella y su familia

Originaria del pueblo de Vicente Noble, 33 años, vino. en Madrid en septiembre de 1992 tras recibir un billete de urgencia; Al llegar a la capital española, empezó a trabajar como pasante para una familia adinerada.

Lucrecia dejó a su marido y a su hija Kenia, de 6 años, en República Dominicana mientras esperaba reunirse con ellos. . en un futuro próximo, pero esta esperanza se vio truncada apenas dos meses después cuando la noche del 13 de noviembre fue brutalmente asesinada por cuatro miembros de extrema derecha mientras descansaba en su “casa”, una discoteca abandonada a las afueras de. Madrid. . .
Extranjero, pobre y negro

Tres semanas después de comenzar como pasante, Lucrecia fue despedida y dejada en la calle.
Bajo estas circunstancias , se refugió en la discoteca “Cuatro Rosas”: un local abandonado en pésimas condiciones junto a la autovía del norte de Madrid.

No Este espacio actuaba como refugio para inmigrantes y era frecuentado por dominicanos, que , a principios de los años 90 del siglo pasado, empezaron a llegar a España en mayor número.
El estatus del extraterrestre, el nivel socioeconómico y el color de piel de sus ocupantes -que eran, en su mayoría parte, negro- es algo que, como confirmó la investigación del fiscal, provocó que cuatro neonazis aparecieran en la puerta y abrieran fuego contra la discoteca un viernes por la mañana

Los disparos también hirieron gravemente al dominicano Augusto César Vargas. Fue que estaba cenando con unos compañeros, y acabaron con la vida de Lucrecia, que falleció camino al hospital.

Director de ‘Lucrecia: Un crimen de odio’, David Cabrera y Garbiñe Armentia , explicó a EFE que este crimen “despertó” a España “de la creencia de que somos inmunes al racismo” y obligó a los españoles a mirar “al espejo”.
Cabrera y Armentia creen en el ascenso de la ultraderecha , discursos antiinmigrantes y ataques racistas en estadios de fútbol reflejan una realidad “inquietantemente similar” a la de hace treinta años.

“Casos como el de Vinícius Jr. -que, en mayo de 2023, interrumpió un partido para acusar a un grupo de aficionados de lanzarle insultos racistas-, aún está pendiente la cuestión de si España es un clan de país racista o no”, lamentaron.

Rage y dolor, pero no odio

Kenia Carvajal, hija de Lucrecia, no cree que España sea un país racista. “Claro que hay racistas”, aseguró en una entrevista con el periódico. El Mundo, “pero cree que toda la España occidental es tan racista como creer que todos los dominicanos son miembros de una pandilla y yo no pertenezco a ninguna pandilla”.
Carvajal, que vivía en Madrid con. Su hijo, desde hace 12 años, trabajó para la ONG Movimiento Contra la Intolerancia y dijo sentir “rabia y dolor” hacia los asesinos de su madre: tres adolescentes y un Pueblo. un agente de la Guardia Civil española, todos ellos de extrema derecha.

Los cuatro responsables fueron condenados a un total de 126 años de prisión, pero sólo uno de ellos sigue en prisión hasta el día de hoy.
Las tres personas restantes involucradas, todas de 16 años en el momento del crimen, fueron puestas en libertad después de seis años y medio.
Al La ira y el dolor que genera esta situación, Kenia añade de vez en cuando “odio”: una emoción que intenta ignorar porque, como admite al final del documental, “no quiero sentir eso en mi vida”.

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