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En al menos mil urbes estadounidenses, han arrancado las protestas multitudinarias contra el Gobierno de Donald Trump, quien lleva poco más de dos meses en el poder.
Algunas encuestas indicaban que una mayoría de los norteamericanos se identificaban con las deportaciones de indocumentados y con las negociaciones para detener la guerra entre Rusia y Ucrania.
Sin embargo, los aranceles del 25% a los coches importados y la guerra comercial que ha declarado a amigos y enemigos han colmado el vaso.
Las protestas, convocadas por una agrupación llamada “Manos fuera”, no fueron simbólicas, ya que en cada una se observaba a mucha gente que también criticaba la presencia y la influencia en el Gobierno del magnate Elon Musk.
Además de los aranceles, los manifestantes corearon consignas contra la reestructuración del Gobierno, que ha implicado el despido de miles de empleados públicos y la supresión de instituciones, así como la ampliación de la autoridad presidencial.
Mientras sus conciudadanos se manifestaban en las calles y Rusia reiniciaba los ataques en Hungría, Trump jugaba golf en su mansión de Mar-a-Lago. El mandatario parece no prestar atención a nada, pero las ruidosas manifestaciones marcan un punto de inflexión en la gobernabilidad de Estados Unidos.
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