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¿Por qué los huevos y los conejos se asocian con la Pascua?

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Al llegar, encontró la sepultura entreabierta.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

¿Qué explica la conexión entre los símbolos del huevo y el conejo con la celebración de la Pascua, la creencia en la resurrección de Jesús?

El tema suscita controversia, y existen varias teorías entre los religiosos.

Una de estas versiones, extendida a lo largo de los siglos, narra que María Magdalena fue al sepulcro de Jesús, crucificado el viernes, antes del amanecer del domingo, llevando consigo material para ungir su cuerpo. Al llegar, encontró la sepultura entreabierta.

Un conejo, que había quedado atrapado en la tumba, habría sido el primer ser vivo testigo de la resurrección de Jesús. Por esa razón, obtuvo el privilegio de anunciar la buena nueva a los niños del mundo en la mañana de Pascua. Es él, por tanto, el portador del huevo de chocolate.

El huevo, por su parte, es un símbolo de vida y renacimiento.

Pueblos antiguos, como los romanos, promovían la idea de que el Universo tenía forma ovalada. En la Edad Media se creía que el mundo había surgido dentro de la cáscara de un huevo.

Más tarde se estableció la costumbre de obsequiarse huevos de gallina. Algunos historiadores especulan que esta tradición habría surgido entre los persas, pero otros la atribuyen a los chinos.

“Muchos siglos antes del nacimiento de Cristo, el intercambio de huevos en el equinoccio de primavera, conmemorado el 21 de marzo en el hemisferio norte, era una costumbre que se celebraba al final del invierno”, explica el monseñor André Sampaio Oliveira, doctor en Derecho Canónico.

“Cuando comenzó la celebración de la Pascua cristiana, el rito pagano de festejar la primavera fue incorporado a la Semana Santa. Los cristianos, entonces, empezaron a ver en el huevo un símbolo de la resurrección de Jesús”.

Fue cuestión de tiempo que esos presentes se ornamentaran. En la Edad Media, las cáscaras de los huevos de gallina eran pintadas a mano.

“En Alemania, los coloridos huevos se cuelgan en las ramas de los árboles, como si fueran bolas de Navidad. En Rusia, se colocan en las tumbas, como homenaje a los que ya se fueron. En Italia, las mesas de la cena pascual son decoradas con huevos coloridos”, ejemplifica el escritor e investigador Evaristo Eduardo de Miranda, autor del libro “Guía de Curiosidades Católicas”.

Los zares rusos elevaron esta costumbre a otro nivel. Entre 1885 y 1916, los zares Alejandro III y Nicolás II encargaron 50 huevos a Peter Carl Fabergé, un famoso joyero ruso.

Uno de ellos, regalado por Alejandro III a su esposa, la emperatriz Marie Feodorovna, contenía en su interior un reloj con diamantes y zafiros incrustados. En abril de 2014, ese huevo, de 8,2 cm de altura, fue valorado en US$20 millones.

Antes, en el siglo XVIII, los confiteros franceses experimentaron con una nueva técnica: vaciar los huevos y rellenarlos de chocolate. Un siglo después, los huevos empezaron a hacerse de chocolate. Esta invención gastronómica fue aprobada hasta por quienes no ven en ellos ningún significado religioso.

Pero, ¿qué ocurre con el conejo? Si el animal, como la mayoría de los mamíferos, no pone huevos, ¿por qué se consolidó como un símbolo de la mayor conmemoración cristiana?

Desde el Antiguo Egipto, el simpático roedor ya era sinónimo de fertilidad. De media, pueden tener crías entre 4 y 8 veces al año, de 8 a 10 conejitos cada vez.

Con el tiempo, el conejo se convirtió también en un símbolo de renacimiento, por ser el primer animal en salir de la madriguera después del invierno. “La liebre ya fue asociada con Cristo en la iconografía cristiana, con grandes orejas para escuchar mejor la palabra de Dios”, dice el investigador Evaristo de Miranda.

“No es posible precisar el origen del conejo y los huevos de Pascua. Como mucho se puede saber que no hay una única versión, sino muchas, todas válidas, narradas por diferentes pueblos y culturas”, aclara el doctorando en Historia por la Universidad de Campinas, en Sao Paulo, Brasil, Jefferson Ramalho.

“Para los historiadores, lo más importante no es identificar la ‘verdadera historia’, sino descifrar los significados atribuidos a esos símbolos y las ideas que buscan transmitir”, agrega.

Para la Iglesia católica, el verdadero símbolo de la Pascua es el cirio pascual, una gran vela blanca que simboliza la resurrección de Jesús. En ella están inscritas las letras alfa y omega, la primera y última del alfabeto griego, indicando que Jesús representa el principio y el fin.

“El símbolo mayor de la Pascua es la luz de Cristo. La luz del domingo de Pascua se contrapone con la oscuridad del Viernes Santo. Lo que era dolor y tristeza, se transforma en fuerza y alegría”, afirma el teólogo Isidoro Mazzarolo, de la Pontificia Universidad Católica de Río.

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