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Siempre adelante, Patriarca

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Te marcó la causa de los campesinos sin tierra, y desde el club Mauricio Báez en Villa Juana, forjaste un sólido contingente de líderes deportivos, entregando tu alma al servicio de los demás.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Aprendimos a quererte

Desde la histórica altura

Donde el Sol de tu valor

Le puso un cerco a la muerte.

Aquí se queda la clara

La entrañable transparencia

De tu querida presencia

Comandante Che Guevara…

Me viene a la mente que estas estrofas de la canción con la que el cantautor cubano Carlos Puebla despidió al legendario Ernesto “Che” Guevara podrían perfectamente vestirte a ti también, como un traje a la medida.

La noticia de tu partida enciende en mi interior como un fuego impetuoso que, azuzado por el viento, se extiende libremente, quemando las hojas vencidas por el sol y el tiempo. Un fuego que desata un torrente de lágrimas, expresión profunda de impotencia y dolor.

Tú, que supiste vencer tantas veces a la muerte; tú, que construiste un legado ejemplar, inspirado en el más genuino sentimiento de solidaridad y amor al prójimo, esta vez no pudiste escapar de la emboscada que te tendió la parca.

Y qué simbólica coincidencia: decidiste marcharte un Sábado Santo, ese tiempo en que cada año recordamos la máxima expresión del amor divino, cuando Dios entregó a su hijo para redimir los pecados de la humanidad.

Entregaste tu vida a la lucha por una sociedad más justa. Fuiste sindicalista, combatiente antitrujillista y antibalaguerista. Te marcó la causa de los campesinos sin tierra, y desde el club Mauricio Báez en Villa Juana, forjaste un sólido contingente de líderes deportivos, entregando tu alma al servicio de los demás. Allí y en muchos otros rincones estuviste, siempre con la única intención de ayudar a tu gente a encontrar un camino hacia una vida mejor.

Tu voz firme y serena aún resuena en los pasillos de la memoria, guiando con palabras sencillas pero cargadas de verdad. Fuiste faro en la tormenta, escudo frente a la injusticia, y bálsamo para los que, sin fuerzas, encontraron en ti un motivo para seguir. No hiciste ruido, pero tu presencia era estruendosa; no buscaste aplausos, pero ganaste respeto eterno.

Nunca te doblegaste. No te compró el chantaje, no te detuvo el látigo. No te importaron las traiciones. Y aun en tus últimos momentos, tu preocupación fue dejar un buen consejo.

¡Qué tristeza que tan poca gente conozca tu historia y desconozca tus sacrificios!

Cuánto duele saber que muchos seguirán sus vidas sin siquiera notar que está lloviendo allá afuera, como aquel día en que Jesús, colgado en la cruz, dejó de respirar. Triste por el dolor y el escarnio, pero también en paz por haber cumplido la voluntad de su Padre.

Vete en paz, querido Patriarca Eligio Blanco Peña, con la seguridad de que la buena semilla que sembraste seguirá dando frutos. Nosotros seguiremos tu ejemplo.

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