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“En Estados Unidos, la situación no es sencilla: existe una actitud reaccionaria muy marcada, organizada”, llegó a decir el papa Francisco.Era septiembre de 2019 y el papa Francisco respondía a los periodistas sobre las crecientes tensiones con la Iglesia católica estadounidense.
Los problemas comenzaron desde el día de la elección de Jorge Bergoglio como sumo pontífice. El Vaticano venía de dos papados conservadores — los de Juan Pablo II y Benedicto XVI — , por lo que la llegada del primer latinoamericano y primer jesuita implicaba un cambio radical de rumbo.
En la comunidad católica estadounidense había un sector conservador que no estaba de acuerdo con ese giro.
“El foco de la oposición al papa Francisco estuvo en Estados Unidos”, le dice a BBC Mundo David Gibson, director del Centro sobre Religión y Cultura de la Universidad Fordham en Nueva York.
“No fueron solo obispos y sacerdotes. También laicos, organizaciones como el Instituto Napa o [el canal] EWTN, una especie de red de derecha, con mucho dinero y grandes medios. Fueron los laicos quienes financiaron y promovieron la oposición al Papa”, añade.
Francisco lo sabía. “En EE.UU. la cosa no es fácil: hay una actitud reaccionaria muy fuerte, organizada”, llegó a afirmar.
Dicha actitud no varió con la noticia de su fallecimiento este lunes. Por ejemplo, el artículo más destacado del día en la revista religiosa estadounidense First Things no fue un obituario, sino una columna de opinión que afirmaba que “en muchos sentidos, el pontificado de Francisco fue inadecuado para los problemas reales que enfrentaba la Iglesia”.
El texto, que describe la personalidad del pontífice como “temperamental y autocrática”, es de Charles Chaput, exarzobispo de Filadelfia y uno de los críticos más feroces del Papa argentino dentro de la Iglesia estadounidense.
Francisco reemplazó a Chaput por un arzobispo más liberal (y latino) en cuanto el prominente conservador cumplió los 75 años.
Y no fue el único que planteó una confrontación abierta con el Papa y perdió.
Dentro de la curia, otros tres de sus principales opositores fueron un nuncio apostólico, un obispo y un cardenal. A lo largo de los 12 años de papado de Francisco, uno acabaría siendo excomulgado, otro destituido y el tercero perdería todos los beneficios materiales que le concedía el Vaticano.
Tanto en lo personal como en lo ideológico, Francisco rechazaba los lujos.
Por ejemplo, en lugar de trasladarse al Palacio Apostólico del Vaticano (que incluye la Capilla Sixtina), eligió la residencia de Santa Marta, donde vivía en un pequeño apartamento.
Su primera exhortación apostólica, titulada Evangelii gaudium (“La alegría del Evangelio”), fue precisamente un llamado a los católicos a rechazar el consumismo y las grandes acumulaciones de riqueza, para volver a mirar hacia los pobres.
Las críticas más fuertes al texto vinieron del sector de los medios conservadores de EE.UU.
El influyente comentarista político conservador Rush Limbaugh dijo entonces que el Evangelii gaudium era “marxismo puro saliendo de la boca del Papa”.
“El Papa ha ido más allá del catolicismo aquí y esto es pura política”, afirmó.
En EE.UU., el 20% de los adultos se considera católico y, dentro de este grupo, los blancos no latinos representan el 54%, según encuestas del Pew Research Center realizadas entre 2023 y 2024.
Gibson explica: “El liderazgo de la Iglesia en EE.UU. todavía está dominado por obispos y sacerdotes descendientes de inmigrantes blancos europeos. Y son cada vez más conservadores. Para ellos, Francisco fue un verdadero shock”.
“Ese liderazgo blanco europeo ha alcanzado el sueño americano. Fueron clase media, después clase media alta y luego adinerados”, agrega, señalando que por ello no comparten el enfoque en la pobreza.
Los cuestionamientos al Papa en EE.UU. por su visión del capitalismo se intensificaron antes de su visita al país en 2015, en un viaje que también lo llevó a Cuba.
Meses antes, el sumo pontífice había declarado que “el dinero es el estiércol del diablo”, y había llamado a “combatir esta cultura del descarte, cultivada por los poderes que manejan las políticas económico-financieras del mundo globalizado”.
Por entonces Stephen Moore, economista jefe del centro de estudios conservador Heritage Foundation, con sede en Washington, le decía a la BBC: “Hay mucho escepticismo entre los católicos (estadounidenses)”.
“Creo que este es un Papa con claras inclinaciones marxistas. Es indudable que muestra un escepticismo muy manifiesto sobre el capitalismo y la libre empresa, y (…) eso me parece muy preocupante”, agregaba Moore, también católico.
Si bien el Papa negaba ser marxista, el periodista especializado en la Iglesia católica Austen Ivereigh, quien escribió varios libros sobre Francisco, indicó que de joven Bergoglio había sido profundamente influenciado por las ideas peronistas — provenientes del expresidente argentino Juan Domingo Perón — , entre las que se incluye la justicia social.
Al llegar a Cuba, Francisco dio una rueda de prensa en la que aseguró: “No he dicho nada que no esté en la doctrina social de la Iglesia (…). Tal vez una explicación haya dado la impresión de ser un poco más ‘izquierdista’, pero sería un error [tomarlo así]”.
En EE.UU. el republicano Donald Trump llegó a la presidencia en 2016 con una campaña que se enfocó en construir un muro en la frontera con México, y en 2025 volvió a ser electo prometiendo la deportación masiva más grande de la historia del país.
Francisco, en cambio, era un defensor de los migrantes.
No en vano el primer viaje de su pontificado fue a Lampedusa, la isla en el Mediterráneo convertida en un símbolo de las migraciones.
Este febrero, por ejemplo, Francisco envió una carta a los obispos de EE.UU. asegurando que “el acto de deportar a personas que en muchos casos han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, daña la dignidad de muchos hombres y mujeres, de familias enteras, y los coloca en un estado de especial vulnerabilidad e indefensión”.
El director de la mencionada Heritage Foundation, Kevin Roberts, calificó el mensaje como un “ataque velado” contra los católicos partidarios de Trump.
No era la primera vez.
Durante la primera campaña presidencial de Trump, el Papa había dicho sin mencionar al entonces candidato: “Una persona que solo piensa en construir muros (…) y no en construir puentes no es cristiano”.
En respuesta, Trump — que se identifica como presbiteriano — sostuvo: “Que un líder religioso cuestione la fe de una persona es vergonzoso”.
Quien tampoco estuvo de acuerdo fue el cardenal retirado estadounidense Raymond Leo Burke, un ultraconservador que para muchos analistas fue el mayor crítico de Francisco.
Burke apoyó a Trump durante dicha campaña presidencial diciendo que “defendería los valores de la Iglesia”.
Además, fue presidente del consejo asesor del Instituto Dignitatis Humanae, una organización católica de derecha, y tenía estrechos lazos con el ahora exasesor de Trump Steve Bannon.
De hecho, fue Burke quien invitó a Bannon a dar una conferencia en el Vaticano donde este habló de su visión del mundo actual como una batalla entre la civilización occidental y el “Islam radical”.
Durante el primer periodo de gobierno de Trump, Burke también declaró que limitar la inmigración musulmana era una decisión “responsable” y “patriótica”.
Francisco, por el contrario, promovió el diálogo interreligioso, lo cual incluyó varios encuentros históricos con líderes del Islam, y aseguró en varias oportunidades que no es correcto vincular a la religión musulmana con la violencia de un pequeño número de fundamentalistas.
Para Gibson, “los católicos estadounidenses y los cristianos estadounidenses han puesto la ideología, la política partidista, por delante de su fe”.
“¿Eres acogedor? ¿Eres inclusivo? ¿Eres de no juzgar? Eso era el papa Francisco. Y la Iglesia estadounidense tiende a ser exclusiva y prejuiciosa”, considera el experto.
El papado de Francisco optó por un cambio de perspectiva sobre la homosexualidad.
Por ejemplo, dijo que la Iglesia católica debería disculparse con los gays por la forma en que los había tratado: “El catecismo dice que no deben ser discriminados. Deben ser respetados, acompañados pastoralmente”.
De nuevo, Burke se opuso públicamente.
Junto con otro cardenal firmó una carta abierta donde instaban a poner fin a lo que llamaban “la plaga de la agenda homosexual” y lo vincularon a los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes a niños en EE.UU.
También afirmaron que la Iglesia culpaba erróneamente al abuso de poder del clero como la principal causa de los escándalos.
Los abusos dentro de la Iglesia y sus encubrimientos fueron una sombra a lo largo de todo el papado de Francisco: desde muchos sectores y regiones se le reclamó que no hizo lo suficiente.
Una de las críticas más duras sobre este tema vino del italiano Carlo Maria Viganò, cuyo último puesto antes de retirarse fue el de nuncio apostólico (embajador) en Washington.
Viganò escribió una carta que fue noticia a nivel global donde acusaba a Francisco de encubrir abusos sexuales dentro de la Iglesia estadounidense — lo cual el Vaticano negó — y pedía la renuncia del Papa. Incluso llegó a desconocer su autoridad.
Tanto es así que el año pasado fue excomulgado tras ser declarado culpable de cisma, lo que implica que se ha separado de la Iglesia católica.
“Mientras que para el creyente católico la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica, para Bergoglio la Iglesia es conciliar, ecuménica, sinodal, in
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