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La democracia flaquea cuando las principales fuerzas opositoras se transforman en herramientas de líderes cuyo momento ya pasó.
En la FUPU de Leonel Fernández y el PLD de Danilo Medina, ambos exmandatarios se ven apegados al control de sus partidos con más ahínco que un náufrago a su tabla de salvación.
Leonel busca una reivindicación innecesaria, dado que sus tres periodos desde 1996 (¡hace tres décadas!) lo consagran de sobra como un “estadista”.
Danilo, enredado en el laberinto judicial que atrapó toda clase de peces gordos, considera que soltar las riendas del mermado PLD los hace más vulnerables a él y sus familiares, y a funcionarios procesados por corrupción.
Entretanto, ni uno ni otro permite a sus mejores figuras renovar cada partido y generar esperanza de futuro (excepto para el delfín Omar).
Esta semana el PLD, que perdió el poder por malas decisiones de Danilo, da inicio a su proceso para elegir candidato presidencial para 2028.
El único aspirante inscrito es Francisco Javier. Los demás aspirantes, Juan Ariel, Mariotti, Margarita, Abel y Domínguez Brito, mantienen una silenciosa oposición contra el menguante danilismo, mientras otros optan por un ruidoso silencio. En la hora de las definiciones, quienes convirtieron al PLD en una maquinaria electoral podrían terminar siendo sus sepultureros.
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