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La insurrección del 24 de abril de 1965, cuyo inicio se conmemoró ayer, hace 60 años, se considera uno de los eventos más significativos en la historia republicana, que exhibe la determinación del pueblo dominicano de defender con su propia sangre la Constitución Política del Estado, pilar de las libertades públicas.
Ese 24 de abril, hace sesenta años, un grupo de jóvenes oficiales, con el apoyo de partidos y movimientos políticos, llamaron a una revuelta popular ante la negativa del alto mando militar de facilitar el retorno de Bosch al poder y la reinstauración de la Constitución democrática de 1963.
Cuatro días después, tuvo lugar la segunda intervención militar de Estados Unidos, lo que convirtió el conflicto cívico-militar en una guerra patriótica contra un poderoso ejército invasor, que tenía la intención encubierta de frustrar el anhelo popular de restaurar la democracia.
Los jóvenes de hoy deberían conocer que miles de hombres y mujeres entregaron sus vidas en defensa de una Constitución Política y de un gobierno democrático que, durante siete meses, garantizó las libertades públicas, violadas por el golpe de Estado perpetrado por élites civiles y militares con consentimiento imperial.
La revolución constitucionalista y la resistencia contra la intervención militar estadounidense representan episodios gloriosos de la historia nacional que destacan la audacia, valentía e intrepidez de una generación de patriotas que enfrentó con las armas a las élites golpistas, militares y políticas, y a un poderoso ejército invasor.
Es imperativo advertir a aquellos que, a lo largo de 60 años, han socavado principios fundamentales de la gesta de Abril, al cometer o promover, desde cargos públicos o esferas de influencia, acciones antidemocráticas o de latrocinio contra el erario, que serán condenados por la historia como Herodes, Pilato o Judas.
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