Salud

Ricardo Sánchez: el taxista cuya fe el cáncer no ha logrado debilitar

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Por la obra y gracia de Dios es que ha conseguido los fondos para poder darse las quimios que necesita para vencer la enfermedad.

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Por la obra y gracia de Dios es que ha conseguido los fondos para poder darse las quimios que necesita para vencer la enfermedad. Al principio eran cada 15 días y tenía que tener alrededor de 300,000 pesos para aplicarse el tratamiento. Aunque al inicio tuvo que dejar de trabajar, ahora, al día siguiente de una quimio debe salir a laborar calle arriba y calle abajo

La historia de una persona la puedes hallar en cualquier lugar. Sale hasta de una conversación trivial en un taxi, como pasó con Richard Nilson Sánchez Hernández.

Él fue el conductor de Uber que contactó Aimée el sábado 12 de abril para que hiciera un servicio durante el que, sin que fuera la intención, contara algo sobre su vida.

El tema obligado en ese momento era la tragedia del Jet Set. Él no evitó comentar sobre lo sucedido a un amigo que perdió a personas conocidas en el desplome.

Hablar sobre la importancia de fortalecer la fe, fue un punto en común que se tocó y, que lo condujo a decir: “Quién dice que yo, aquí trabajando, soy un paciente de cáncer. Por ejemplo, me dieron quimio el jueves, y mire, aquí ando, porque no me le puedo acostar a nadie”.

Escuchar esta revelación partió el alma, pero también despertó la admiración hacia el joven de 35 años que no se ha dejado amilanar por la enfermedad, pero que tampoco ha perdido su fe. “Nunca me pregunté: ¿por qué a mí?”.

Hubo una interrupción en medio de su corto relato. Era su esposa que llamaba para cuadrar con él lo que harían de cenar. Se pusieron de acuerdo, y Richard, que en ese momento se identificó, siguió dando datos sobre el suplicio que ha tenido que vivir luego de aquel diagnóstico de que tenía cáncer grados 2, en la pelvis, y otro grado 4 en la garganta. “El de la pelvis después de los dos años salió negativo”. Hace cinco años de aquel día.

¿Te gustaría contar tu historia para que otros que estén pasando por algo parecido, imiten tu ejemplo? A esta pregunta respondió rápidamente: “Claro que sí”. Facilitó su número de teléfono y el resultado es que hoy usted está leyendo su historia.

Hecho el contacto con el dueño de este relato, fue posible conocer cuándo se enteró, los cambios en su vida y cómo ha conseguido los recursos económicos para hacerle frente al cáncer. Comenzó por el principio.

“Yo tenía 30 años cuando me diagnosticaron con la enfermedad. Mi vida era como la de una persona normal, trabajaba para echar mi familia hacia delante”. No ha sido fácil tener que asumir su responsabilidad y luchar contra este mal por partida doble.

Conocer la noticia fue un cambio muy fuerte porque no sentir nada, no saber nada sobre esta enfermedad: “Y que un día te digan que tienes cáncer, es algo que no se puede explicar simplemente con palabras. Era pensar que la vida podía terminar antes de lograr tantas cosas que tenía en mente, pensar qué iba a pasar con mi hija y mi pareja que siempre ha estado a mi lado, con mi madre, mi padre…”. Eran muchas sus interrogantes.

Su esposa Mariel Nairobi López Medina y su amada hija Trisherd Marielis Sánchez López, fueron su inspiración para decidir luchar contra el cáncer y estar cerca de terminar su tratamiento de quimio. Su padre, Richard Nilson Sánchez Matos y su madre Adolfina Hernández, así como demás familiares, han sido su soporte.

Sobre cómo ha ido consiguiendo los recursos para echar hacia delante con sus compromisos y por si fuera poco, con una enfermedad tan fuerte y costosa como esta, el protagonista de esta historia se limitó a decir: “Los he conseguido por obra y gracia de Dios y por cada persona que ha puesto su granito de arena para ayudarme”. Al principio, las quimios eran cada 15 días y tenía que tener alrededor de 300,000 pesos para poder aplicarse el tratamiento. Ahora son cada 21 días.

“¡Waoo! Ahora que lo pienso, sólo Dios sabe por qué cuando llegaba el día, sin darme cuenta, ya estaba el dinero ahí. Mi madre, mi padre, y con ayuda del plan de medicamento de Alto Costo, del Ministerio de Salud Pública, lo conseguía. Era muy complicado porque yo no podía trabajar en ese momento, ya que las quimioterapias eran muy fuertes, tardaban siete y ocho horas cada vez que me tocaban. Las enfermeras decían: ‘llegó el Richard, de pasadía, con nosotras’. De verdad, no era fácil”. Recuerda aquellos momentos. Hoy, al día siguiente de la quimio, se va a trabajar en su taxi.

“Desde el primer día en que me diagnosticaron con la enfermedad, le pedí a Dios que me diera las fuerzas para lo que venía, porque no quería ver a mi familia, sufrir”.

Su fe ha sido clave para salir adelante con todo lo que ha tenido que pasar, más aún en momentos en los que el mundo se enfrentaba a la pandemia del Covid-19. Durante estos cinco años de padecimiento ha atravesado por muchas experiencias dolorosas, pero hay unas que, más que otras, lo han marcado.

“Son tantos los momentos duros que he vivido durante este tiempo, que, de verdad, no es fácil ni recordarlo. Cada día que recibía quimio, pensaba que podía ser el último porque cuando terminaban de aplicarme los medicamentos venían situaciones muy difíciles, con vómitos constantes y mareos, a veces duraba hasta tres y cuatro días sin comer, sólo una fruta o un vaso de jugo porque todo lo vomitaba. También me dolía ver que mi familia sufría al igual que yo. Eso me ponía peor”.

También le atormentaba el que su hija, en los primeros días, no se le podía acercar por lo fuerte de algunos medicamentos. Podían provocar una reacción en ella. Algo que le hacía daño a Richard, era pensar que cuando ya estaba recuperándose un poco de una quimio, venía la otra. Pero entre tantas crisis difícil que pasó, hay dos en su registro que lo hicieron pensar que ya era lo último.

“La primera fue en el ciclo inicial del tratamiento. Recuerdo que ese día salí del Oncológico después de recibir el tratamiento por ocho horas. Cuando llegué a mi casa, mi esposa me dice que me bañe, pero ese día no quería porque sentía mucho frío. Me insistió y lo hice. Luego me fui a la cama, pero el frío que sentía era tan grade que no se me quitaba ni con el abrigo y toda la ropa que traía puesta. Le dije que me sentía mal, pero ella pensó que eran los malestares de siempre. Le dije que llamara a Ada, que es la esposa de mi padre, mi segunda madre, que es doctora, y que me pusiera paños de agua tibia por si era fiebre. Me desmayé y perdí el conocimiento. Después de ese momento, sólo veía un lugar totalmente blanco, vacío, y le daba las gracias a Dios por darme a mi hija y ver lo grande que estaba. También que perdonara mis pecados, y sólo decía gracias a Dios por todo. Me estaba despidiendo”. Después de ahí no recuerda más nada hasta. Despertó con la cara hinchada y morada.

Su segundo encuentro lo vivió hace alrededor de dos años. Fue un día luego de la quimioterapia, se despertó con mucho ánimo y sin náuseas ni malestares, pero uno de los medicamentos que le aplicaban tenía efectos secundarios.

“No podía tocar nada con metal ni tomar nada frío, tampoco tocar alcohol ni manito limpias. Para comer era con cuchara de madera o plástica y ese día tenía mi agua aparte a temperatura ambiente, pero al tomar de ella, todo se fue abajo, se me cortó la respiración, no podía hablar, mi esposa se fue para la universidad y estaba con mi hija, y la hija de mi esposa, que también ha sido parte fundamental en todo mi proceso. Recuerdo que le dije que no podía respirar, que llamara a los vecinos porque me iba a desmayar, pero pude salir hasta la galería de la casa y sentarme para tratar de no gastar energía. Ella se puso muy nerviosa y comenzó a llamar, y todos los vecinos fueron en mi ayuda, pero con alcohol porque pensaban que eso me ayudaría y era todo lo contrario”. Él no podía tocar nada de eso. Poco a poco fue recuperándose.

Desde niño, Richard ya trabajaba. Primero lo hizo para ayudar a su mamá y luego a su abuelo. Para entonces, era un adolescente. Después de ser mayor de edad, se le hacía difícil conseguir trabajo porque se veía muy joven y pequeño para su edad.

El dueño de esta historia no se deja intimidar por esta condición. Buscaba la forma de encontrar qué hacer. Se hizo bachiller y entró a la universidad, pero por razones que no expresó, no se graduó. El caso es que nunca ha dejado de laborar, aunque cuando comenzó a recuperarse del cáncer, con el que todavía batalla, se le ha hecho difícil conseguir que lo empleen. Por eso decidió ser taxista.

Lo más importante en todo este proceso es que, a Richard, Gracias a Dios, no le ha faltado nada, tanto por la familia que Dios le ha dado, como por la entereza que tiene.

“Desde el primer día que se enteraron de mi diagnóstico estuvieron presente, apoyándome conforme han podido porque este proceso no es fácil, y quienes lo han vivido saben de lo que hablo. Es difícil, emocional y económicamente. A veces no se sabe de dónde saldrán los recursos para llevar un tratamiento tan costoso”. Hoy ha mejorado mucho, aunque cada 21 días recibe quimioterapia, y luego debe coger su volante para llevar el sustento a su casa.

Siempre tuvo fe en Dios porque viene de una familia cristiana, muy devota y temerosa del Señor. “Fui instruido en el camino, y la enfermedad con la que lucho no ha podido quebrantar mi confianza en el Todopoderoso”. Lo dice el joven que asegura tuvo una infancia y una adolescencia feliz, que nunca le permitieron pensar en que más adelante enfrentaría esta enfermedad.

Richard nunca sintió dolor. Se dio cuenta de que tenía algo en una visita al médico porque algo que no tenía nada que ver con eso. En el camino se encontró con un doctor que le “hizo una cirugía”, que en realidad nunca fue así.

“Pero gracias a él, di con un especialista que sí me atendió, y que por la gracia de Dios me tiene en este punto de recuperación”. Hoy el protagonista de esta historia exhorta a los jóvenes a preocuparse por su salud, y a que valoren a sus

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