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La tragedia de la madrugada del martes 8 de abril superó las fronteras de los cientos de familias afectadas y de una sociedad que, a un mes del siniestro, aún asimila la pérdida de más de 230 vidas y casi 200 heridos al colapsar el techo de la discoteca Jet Set.
Los centros de trabajo donde muchos de los fallecidos laboraban también se han convertido en un lugar de dolor, tristeza y lágrimas al evocar la pérdida de compañeros valiosos.
Linda Karina Dajer Regalado, quien trabajaba en el Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC), es recordada hoy con lágrimas por sus compañeros como una de las personas más serviciales y amables que ellos conocieron.
“Linda era la luz que teníamos en el departamento. Era esa persona con esa sonrisa cálida, ese sentimiento genuino que conectaba con todo el mundo, desde las personas que hacían el café, las que recogían las tazas hasta la alta gerencia. Era una persona con una calidad humana increíble”, cuenta Ana Gálvez, compañera de Linda.
Con anécdotas de acciones que caracterizaron a Linda Dajer en su vida laboral, sus compañeros compartieron con este diario aquellas virtudes que la adornaban.
“No perdimos a una colaboradora, ni una compañera de trabajo; perdimos a una gran amiga, una hermana”, dijo Gálvez.
Como un “ángel”, una colaboradora por excelencia y una persona con capacidad de convocatoria que unía a sus compañeros como una familia, es recordada por todos en esta institución.
Linda Dajer, de 42 años, falleció esa madrugada fatídica por el derrumbe del techo de la discoteca Jet Set, mientras el merenguero Rubby Pérez tocaba junto a su orquesta en una fiesta de amanecida, en uno de los famosos “lunes merengueros”.
Dajer tenía dos hermanas, siendo melliza de una de ellas y madre de tres niñas.
Al cumplirse un mes de la tragedia, con una composición literaria, los compañeros de Dajer decidieron despedirse de su presencia física, desbordándose en valoraciones hacia su persona.
“30 días. Los he contado uno a uno. No en mi memoria, que suele traicionarme, sino en mi corazón, mi sentido más fiel.
30 días sin ti que no han sido fáciles. He extrañado tu sonrisa, tu andar rápido y ligero, tu sonrisa traviesa. 30 días soñando contigo, sonriendo contigo, jugando contigo, viviendo contigo, pero sin ti.
30 días en los que he sentido tu presencia, incluso más que cuando estabas presente. 30 días tratando de entender, de perdonarte, de perdonarme, de perdonar. 30 días sin ti, ocultando mis lágrimas con palabras de aliento que a veces ni yo mismo me creo. 30 días con la frase “cuánta falta nos haces”.
30 días en los que te resistes a ser olvidada y esa tozudez la agradezco, porque el tiempo suele ser implacable y caprichoso.
30 días en los que te resistes a ser olvidada y esa tozudez la agradezco, porque el tiempo suele ser implacable y caprichoso. 30 días preguntándome “cómo lo habrías hecho”, porque tu capacidad omnisciente llegó a arroparme de forma tal, que 30 días no serán suficientes para aprender a vivir sin ti. Te sigo suplicando que no sueltes mi mano, que me sigas tocando con tu bondad, con tu alegría, con tu torpeza, con tu ingenuidad, con tu belleza. Con tu presencia”.
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