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MADRID, España (Por Pablo Aguado, de EFE).- El diestro mexicano Isaac Fonseca, que cortó una oreja, y el toro “Brigadier”, un ejemplar de 667 kilos lidiado en sexto lugar y al que se le concedió la vuelta al ruedo en el arrastre, rescataron en Madrid un extenso y denso espectáculo de casi cuatro toneladas de mansedumbre, entre la lluvia y el viento de una tarde tormentosa.
Cuando salió ese torazo colorado habían transcurrido más de dos horas desde el paseíllo y el tendido se había vaciado de la mayor parte de un público helado, empapado por la lluvia y hastiado por el tedio provocado por las lidias de los toros anteriores, cinco enormes “contenedores”, con una media de más de 620 kilos de peso, pero con poca carga de verdadera bravura.
Por lo tanto, ver arrancarse en varas ese descomunal sexto de Pedraza desde los medios, donde lo quiso lucir Fonseca, fue lo que los aficionados toristas, y los no tanto, parecían estar aguardando para llevarse algo en la memoria en un festejo tan desapacible en todo. Tras tres entradas al caballo, al que chocó y empujó con fuerza “Brigadier”, fue la misma cuadrilla del mexicano quien se encargó de mantener la euforia en un necesariamente lucido tercio de banderillas, antes de que su menudo matador tomara la muleta para intentar lucirse con el torazo que, también por suerte y por excepción, sacó nobleza y humilló sus embestidas.
Isaac Fonseca le abrió decidido el trasteo, citándolo de largo y con las dos rodillas en tierra, para ligarle así cinco o seis intensos muletazos a los que el “pavo” respondió con buen son, al igual que en el resto de tandas con la mano derecha que le fue instrumentando, pero en las que, muy sangrado en varas, el colorado fue perdiendo fuelle paulatinamente.
Aun así, y a pesar de que no hubo acople por el pitón izquierdo, el trasteo mantuvo en alto el ánimo del tendido, al que Fonseca todavía alegró más con un vistoso final de ayudados, cambios de mano y pases de pecho ya con el toro en las mismas tablas, donde acabó de refugiarse tras un pinchazo previo y donde el mexicano aún acertó, con decisión, a meterle la espada en un segundo intento.
La oreja para Fonseca, justificada, y la vuelta al ruedo para el toro, algo exagerada, se pidieron casi a la vez, en lo que fue el final feliz de una tarde espesa en el ruedo y dura de presenciar desde el tendido, entre el frío y la lluvia de una negra tormenta primaveral que se desató justo después de que Román se marcara una vuelta al ruedo por su cuenta tras lidiar al primero. Jesús Enrique Colombo también dio una vuelta con su primer toro.
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