Salud

¿Por qué se nos escapan los nombres de la gente?

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A todos nos ha sucedido alguna vez: estás charlando con alguien, todo va con normalidad, pero en un momento dado no recuerdas su nombre, aunque te lo haya dicho hace pocos minutos.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

A todos nos ha sucedido alguna vez: estás charlando con alguien, todo va con normalidad, pero en un momento dado no recuerdas su nombre, aunque te lo haya dicho hace pocos minutos. La situación puede resultar incómoda, ya que obliga a pedir que lo repita y da a entender que la otra persona piense que no prestaste atención o que no hay interés real.

Sin embargo, este fenómeno es mucho más habitual de lo que parece. Diversos estudios psicológicos explican que olvidar el nombre de alguien no se debe necesariamente a una mala memoria o falta de atención, sino a cómo funciona nuestro cerebro al procesar y retener información.

Uno de los experimentos más citados en la psicología cognitiva es la paradoja Baker/Baker. En este estudio, se mostró a dos grupos de participantes la misma fotografía de una persona desconocida. Al primer grupo se le dijo que su apellido era “Baker”; al segundo, que esa persona era panadero.

El resultado fue claro: el grupo que recibió la información sobre la profesión tuvo más facilidad para recordarla. ¿Por qué? Porque nuestro cerebro recuerda mejor la información que puede conectar con otras ideas, imágenes o experiencias previas. La palabra “panadero” evoca olores, escenas cotidianas, experiencias sensoriales. En cambio, “Baker” como apellido no tiene conexiones significativas: es una etiqueta arbitraria.

Esto demuestra que nuestra memoria no está diseñada para almacenar datos aislados, como nombres propios, sino para establecer redes de asociaciones.

En 1991, los académicos Deborah Burke y Donald MacKay profundizaron en este fenómeno. Explicaron que palabras como “madre”, “perro” o “doctor” tienen una fuerte carga fonológica y semántica: suenan familiares y tienen un significado claro. En cambio, los nombres propios carecen de esa estructura significativa, por lo que son más difíciles de retener.

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Además, olvidar un nombre puede estar relacionado con otros factores, como la falta de conexión emocional. Nuestro cerebro tiende a priorizar lo que considera relevante, por lo que si no hay un vínculo o interés especial, el nombre puede pasar desapercibido. No obstante, esto no implica falta de interés: también el estrés, el cansancio o la sobrecarga mental afectan negativamente la capacidad de recordar.

La neuróloga Miriam Emil Ortíz señala que una buena forma de ejercitar la memoria — e incluso prevenir enfermedades como el Alzheimer — es aplicar ciertas técnicas de memorización.

En el caso de los nombres, algunos trucos útiles son:

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