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Desde hace más de cuatro décadas, una historia de amor por las flores y la organización de eventos ha arraigado en Santo Domingo. Se trata de D’Fiore, una empresa familiar fundada por Lilin Peña de Suárez, que junto a sus tres hijas ha construido una marca sinónimo de elegancia, pasión y dedicación.
Más que una floristería o una organizadora de eventos, D’Fiore es el reflejo de un legado intergeneracional que ya alcanza su segunda generación y que hoy es parte de los eventos más importantes del país.
El inicio de esta marca fue inesperado. El nacimiento de D’Fiore se remonta a La Casa de la Anunciación, donde Lilin decoraba con flores el altar del Santísimo. Su talento poco a poco se fue notando. “Un hermano de la iglesia me pidió que organizara la boda de su hija. Le dije que no sabía hacer eso, y me respondió: ‘Haz lo mismo que haces para el Señor’. Esa fue mi primera boda”, recuerda con emoción.
Poco después, su esposo la animó a empezar a cobrar por sus servicios. Por aquella primera boda remunerada recibió cerca de RD$5,000. Así inició formalmente D’Fiore, que hoy opera en la Av. Gustavo Mejía Ricart No. 272, en la misma casa familiar donde todo comenzó.
Con el paso del tiempo, el negocio evolucionó. “Hemos visto cómo este trabajo ha crecido. Antes hacíamos eventos bonitos, pero sencillos; ahora las bodas se han convertido en maxi eventos”, afirma Lilin.
A pesar del crecimiento, la filosofía de la empresa se mantiene intacta: hacer realidad los sueños de sus clientes. “Siempre aconsejamos que se ajusten al presupuesto, que nos arropemos hasta donde la sábana dé. Trabajamos con todo tipo de clientes, tanto nacionales como internacionales”.
Herencia de madre a hijas
La pasión por las flores y la organización de eventos fue una herencia natural para Gina, Erika y Mayi Suárez, quienes crecieron entre arreglos florales y montajes. “Mayi dice que echó los dientes en esto, y es verdad. Desde niñas ayudaban a poner flores en agua, abrir lirios con agua caliente y jabón, colocar servilletas y velones en las bodas”, cuenta su madre.
Hoy, las tres hijas forman parte activa del negocio. Gina reside en Miami, mientras que Erika y Mayi operan desde la República Dominicana. Aunque cada una estudió una carrera distinta, siempre supieron que seguirían los pasos de su madre.
“Lo que más admiro de ella es su don de mando, su valentía para emprender desde cero y su fuerza para trabajar”, destaca Mayi. A pesar de las dificultades, el amor por las flores, heredado también de su abuela, fue el motor que las unió al negocio familiar.
Al igual que su hermana Mayi, Erika se inició en el negocio familiar desde muy pequeña. Aunque se formó como economista y trabajó en esa área durante un tiempo, eventualmente decidió enfocarse de lleno en la marca que su madre, Lilin, había fundado.
“Desde niñas, mami nos fue entrenando para rendir mucho”, recuerda Erika. “Durante las vacaciones de verano, por ejemplo, no nos dejaba dormir hasta tarde. Había que levantarse a ayudar, salir a buscar los suspiritos de las bodas con mi tía o el chofer, hacer oficios. Nos alquilaba unos 30 libros de cuentos para leer en las vacaciones… siempre nos ponía retos”.
Con ese mismo espíritu de disciplina y pasión, Erika y sus hermanas decidieron prepararse formalmente para continuar con el legado familiar. “Nos fuimos a estudiar diseño floral y nos certificamos como Wedding Planners internacionales. Cada año tomamos cursos presenciales y virtuales para mantenernos actualizadas en diseño floral y en la planificación y ejecución de eventos”, explica.
La admiración por su madre es un sentimiento compartido entre las hermanas. “De niña me impresionaba cómo transformaban los espacios. Cuando mami hacía los arreglos florales, cualquier objeto podía convertirse en parte del diseño. Nada se le escapaba”, comenta Erika.
La esencia de D’Fiore puede resumirse en una frase que Lilin ha convertido en su filosofía de vida, y que sus hijas han abrazado como propia: “Si vamos a hacer las cosas sin amor,