Salud

Mamá, gracias a la tecnología médica

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En tales situaciones, los procesos médicos como la fertilización in vitro (FIV) o la inseminación artificial se convierten en una suave brisa que susurra "todavía hay esperanza".

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

En tales situaciones, los procesos médicos como la fertilización in vitro (FIV) o la inseminación artificial se convierten en una suave brisa que susurra “todavía hay esperanza”. Para muchas mujeres, ser madre ocurre de manera natural, como tierra fértil donde la vida florece sin dificultad. Para otras, la experiencia es distinta: se enfrentan a un terreno yermo, donde la esperanza parece desvanecerse. En esos casos, procedimientos médicos como la fertilización in vitro (FIV) o la inseminación artificial se transforman en un suave susurro: “aún es posible”. En República Dominicana, la ciencia brinda oportunidades a las mujeres para cumplir ese sueño profundamente anhelado. La doctora Paola Disla Gómez, ginecóloga especialista en medicina reproductiva del Centro de Endocrinología Ginecológica y Reproducción Humana (CERHES), afirma que “las técnicas de reproducción asistida en el país han avanzado enormemente, los laboratorios cuentan con personal capacitado en su campo; esta preparación se realiza fuera del país y con tecnología de vanguardia que permite el uso correcto de las distintas técnicas y la conservación de gametos o embriones”. Agradecida con la tecnología: Son estos avances científicos los que le dieron a Angely Castillo, ingeniera civil de 45 años, lo que considera la mayor bendición de su vida: ser madre de cuatro hijos. Con un brillo especial en los ojos, habla sobre el papel de la tecnología médica en su historia: “Dios pone la sabiduría en manos del hombre para ayudarnos. La ciencia fue un instrumento para cumplir el deseo más grande de mi vida”. Desde su adolescencia, Angely enfrentó problemas médicos como quistes en los ovarios, ciclos menstruales irregulares y prolactina elevada. A los 29 años, después de cuatro años de matrimonio, inició la búsqueda intencionada de un bebé, pero, a pesar de los intentos, el embarazo no llegaba. Se sometió a un tratamiento de pastillas durante seis meses para estimular la ovulación, mientras que su pareja pasó por una cirugía para mejorar la calidad de sus espermatozoides, pero el panorama no mejoró en el tiempo que esperaban. A los 32 años, logró quedar embarazada gracias a la inseminación artificial. Este procedimiento, que forma parte de las técnicas de reproducción asistida, utiliza la tecnología para seleccionar en un laboratorio los espermatozoides con mejor movilidad y, tras preparar a la mujer, se introducen en el útero de forma controlada, para facilitar la fecundación. Lo que Angely no imaginaba era la sorpresa que recibiría durante la primera sonografía: cuatro embriones latían en su interior. “Fue un proceso donde todo se fue dando según la voluntad de Dios. Quedé embarazada en el primer intento. Uno no sobrevivió, pero mis trillizos llegaron sanos y fuertes”, recuerda con cariño. Pero su historia no terminó ahí. Un año y seis meses después, cuando se estaba adaptando al ritmo de la maternidad múltiple, la vida le dio otra sorpresa: estaba embarazada nuevamente, y esta vez de manera natural. “La cirugía de mi esposo finalmente funcionó, y mi cuerpo ya estaba preparado para un embarazo natural, como resultado del tratamiento hormonal que tuve para la inseminación”, cuenta al recordar con una mezcla de asombro y ternura. “¡No lo esperábamos, pero mi chiquitín -un varón- llegó para completar el cuarteto!”, relata. “Nos ayudó mucho el apoyo de nuestros padres y hermanos, nunca nos dejaron solos. Fue una experiencia muy linda. Si me preguntan si lo repetiría, diría que sí sin pensarlo. Si pudiera, tendría otro”, asegura con convicción. Así, la vida le regaló el equilibrio perfecto: dos niñas y dos niños que hoy llenan su vida de amor. Afirma que: “cada día es una nueva aventura, y aunque a veces todo parece caótico, miro a mis hijos y todo cobra sentido”. Vive agradecida con la ciencia y con Dios. “Al convertirme en madre, experimenté un sentimiento de amor profundo e incondicional. Mis hijos son mi motor, mi orgullo, y por ellos vivo cada día”, confiesa.

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