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Haitianas emplean a niños como señuelos para mendigar

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Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Después de las 10 de la noche, tras concluir mi día de trabajo en Listín Diario, tomé mi ruta usual rumbo a casa.

Avanzando hacia mi destino de este a oeste, por la 27 de Febrero, el flujo vehicular era intenso a esa hora. La noche, literalmente, abrasaba tanto que se sentía hasta los huesos.

Al llegar a la avenida Winston Churchill, la luz roja del semáforo obligó a detenerse.

Allí, tres mujeres haitianas, cada una con un niño pequeño jadeando en sus brazos, se abalanzaban sobre los vehículos, tocando los cristales y extendiendo sus manos para solicitar una limosna, en nombre de la inocencia infantil.

Este es solo el punto de partida para mostrar lo que fue una noche de tantas, contada en este drama de crueldad infantil, un hábito rutinario para el que parece no haber soluciones.

Responsables principales, el Estado, por su inacción, y muchos ciudadanos que no exigen ni reclaman una solución que salve de esta crueldad a cientos de criaturas expuestas diariamente a esta desgracia.

Esto es solo una muestra de lo que ocurre en nuestras vías públicas, día tras día, en una forma de abuso y explotación ante la cual nuestras instituciones no actúan para erradicar esta práctica y evitar, a tiempo, que continúe expandiendo sus peligrosos tentáculos. Cada día hay más mujeres haitianas dedicadas a esto. La mayoría son jóvenes; ropa limpia, uñas bien cuidadas, cabello arreglado.

Todo por la seguridad e integridad de estos pequeños, expuestos al peligro en estas vías de sobresaltos e imprudencias, al frío o al calor, a la mirada indiferente de muchos y a la compasión de otros.

En algunas de estas mujeres son visibles sus embarazos, y de otras se rumorea que “alquilan” a los bebés y se lanzan a las calles para hacer de los ciudadanos su fuente de sustento.

Estos niños, a menudo desnutridos y con ropa rota, son convertidos en instrumentos para generar ingresos. Entre el ir y venir de vehículos y peatones, esta escena se repite con dolorosa frecuencia en nuestras vías públicas.

Siempre sucede que las mujeres responsables de este acto de abierto maltrato infantil son, en su gran mayoría, de origen haitiano.

Usted puede verlas sentadas en aceras o en intersecciones concurridas, acompañadas de uno o varios niños pequeños, extendiendo la mano en busca de una limosna.

Esta práctica, si bien genera compasión en algunos, también suscita preocupación y debate sobre sus implicaciones sociales y humanitarias.

La presencia de estas mujeres con niños pidiendo limosna es visible en diversas zonas de la capital, desde las avenidas principales hasta las entradas de supermercados y centros comerciales.

Muy a menudo, estos niños, algunos muy pequeños, permanecen en brazos de las mujeres o sentados a su lado, sudorosos, hambrientos, con ropa desgarrada, en una dolorosa imagen que nadie desearía presenciar.

Un acto de maltrato infantil castigado por nuestras leyes y códigos no se aplica, aunque el hecho ocurra de día y de noche, en cualquier vía pública.

Aunque se conoce la procedencia de estas mujeres y de los niños víctimas de este abuso, la autoridad parece mirar hacia otro lado.

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