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El 31 de diciembre cumplirá 99 años, de los cuales pasó décadas bajo amenazas, perseguido, espiado, preso. Debido al acoso, logró graduarse de abogado en 1965, después de que ajusticiaron a Trujillo, ya que le negaron el ingreso a la universidad. Sus compañeros de lucha fueron abatidos, la mayoría en las expediciones de junio de 1959. El cadáver de su hermano Fernando, que compartía los mismos ideales, fue encontrado acuchillado el 28 de diciembre de 1958.
Víctor Manuel Tavares Cabral, Vituco, es quizá el único miembro de la Juventud Democrática que aún vive.
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Nunca había concedido una entrevista a pesar de su heroísmo y sus vivencias ejemplares. Historiadores, periodistas, productores de programas lo intentaron sin éxito. Evade el protagonismo. Accedió bajo insistencias y narró con admirable lucidez su sacrificada vida por la libertad. Ningún nombre de sus camaradas escapó a su memoria, tampoco la identidad de algunos de sus verdugos.
Distribuyó volantes y periódicos contra el régimen, fue cómplice de su hermano, que organizó tramas para eliminar al tirano. Vio cadáveres de víctimas que lanzaron frente a su casa y callaba ante la advertencia paterna: “¡Usted no ha visto nada!”, para librarlo de un arresto o de la muerte. Fue testigo de la exhibición del cuerpo inerte de Enrique Blanco, ordenada por Trujillo “para dar un ejemplo”. “Lo pasaron en un camión. Tenía los pies hinchados, lo levantaban, ya muerto”, cuenta.
“Mi familia no era política, pero hablaba mal del gobierno. A veces mataban personas y papá lo contaba con descontento”.
Prácticamente todos los antitrujillistas de Santiago y otros de Santo Domingo fueron cómplices de los planes de Vituco contra el sátrapa. El director de la secundaria, Andrés Sosa, lo mandó a buscar para advertirle: “Sé en lo que estás, quería darte una pela pública y me dijeron que en La Normal, no…”.
Tavares Cabral compartía lecturas con Fernando quien, además de abogado, era experto en manipulación de armas.
Vituco se inscribió en Juventud Democrática cuando Virgilio Díaz Grullón viajó al Cibao con esos fines.
Estuvieron también Antonio Deborah y Fellín Moore Garrido.
“Todos sabían que yo era activista”, exclama, y menciona otros compañeros desafectos: “Amiro Cordero, los Estévez Cabrera, “Caporí”, los Perozo, los Patiño, Ponono Minaya, un hijo del general Valdez, Cuco Peña, un español apellido González, Liranzo, que era sastre; Batista, Lucas Martínez, Tony Mota Ricart, Rafael Mieses Peguero (Cocuyo); Nonó Moreno Martínez, Vinicio Echavarría”…
“Mamá estaba desesperada porque todos los días me buscaba la guardia”. En 1947 lo detuvieron. “Me llevaron donde el gobernador, Mario Abreu Penzo”. De ahí lo trasladaron al cuartel de la policía y posteriormente a la fortaleza San Luis. Dos meses después lo liberaron, con advertencia de que estaría vigilado. Al poco tiempo asesinaron a Batista y a Liranzo y él vino a vivir a la capital donde su pariente Lucas Martínez, en la Arzobispo Portes 10.
“Me enrolé en la clandestinidad de Juventud Democrática hasta la muerte de Trujillo”. Concluyó bachillerato en la Escuela Nocturna Hostos y en el día trabajaba en The Royal Bank of Canada. “El gerente era el papá de Donald Reid, casado con una Cabral familia mía”.
Guerra de Corea. Víctor Manuel nació en Santiago de los Caballeros, hijo de Arturo Tavares Saviñón y Manuela de Jesús Cabral Ramírez. Estuvo en las escuelas Colombia, México y Presidente Trujillo.
Fue entrenado en la Marina de Guerra. Leía sobre la Revolución Francesa y vivió la experiencia de ver a Fernando disparar frecuentemente con un rifle a la almohada. Fue tercera base de La Normal y del equipo “Águila Negra”. Conoció el tren y relata todo acontecimiento trascendente de su larga vida.
Estuvo otra vez preso, en la fortaleza Ozama, y de esa triste realidad tiene la grata evocación de que lo sacaban al sol.
Ahora lee, escucha música, toca guitarra y repasa con avidez los periódicos. Es físicamente activo pues fue incansable caminador.
En 1952 debió entrenarse por órdenes de Trujillo, “para llevarme a la guerra de Corea. Iba a pie a Boca Chica, pero vino el armisticio y nos soltaron”.
Por su vida comprometida, amenazada, se casó tarde con Dalsia Alam Grullón. No tuvieron hijos.
Al graduarse de abogado escribió la primera tesis en el país sobre la historia de la banca.
Afirma ser un superviviente. “De la pelota murieron todos mis compañeros en la tragedia de Río Verde. A los de la política los exterminaron, a todos. Soy un sobreviviente”.
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