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No obstante, en los últimos años, la alimentación del dominicano ha comenzado a experimentar un cambio significativo, impulsado por una combinación de factores, como el ritmo acelerado de la vida urbana, el auge de la comida rápida callejera y, más recientemente, una creciente conciencia sobre la salud y la nutrición.
“La comida dominicana es sabor, familia y cultura; para mí, no hay nada comparable a un buen sancocho un domingo”, dijo doña Ana (nombre ficticio).
“Aunque mis hijos comen más fuera ahora, cuando hay una comida de verdad, siempre quieren lo que se cocina aquí en casa, siempre vienen a comerse su arrocito con habichuelas”, aseguró.
El mismo sentimiento se repite en muchos hogares dominicanos, especialmente en el interior del país, donde los platos tradicionales aún dominan el menú diario, aunque la dinámica ha cambiado más en las grandes ciudades.
En la gran ciudad, los hábitos alimenticios se han transformado con el auge de la comida rápida, pero no solo la de cadenas extranjeras como McDonald’s o KFC, sino también la versión criolla, profundamente arraigada en la cultura popular, como las frituras, las yaroas, los hot dogs o las empanadas, disponibles en cada esquina.
Las yaroas son una mezcla calórica de papas fritas o plátano maduro, carne molida o pollo, queso, mayonesa y kétchup y se han convertido en un símbolo del “fast food” dominicano, junto a los tradicionales chimis, hot dogs y frituras de longaniza, salchichón y vísceras.
Si bien estas opciones alimentan a miles, también han sido señaladas por especialistas de la salud como un factor de riesgo ante el aumento de enfermedades como la hipertensión, la obesidad y la diabetes tipo 2.
Ante estos hábitos, ha comenzado a emerger una nueva tendencia, especialmente en sectores jóvenes y clases medias urbanas, que es una alimentación más consciente y saludable.
La proliferación de tiendas orgánicas, restaurantes veganos y menús “fit” en aplicaciones de delivery lo confirma.
Por su parte, el veganismo y el vegetarianismo, aunque aún minoritarios, van ganando terreno, en sectores como Naco, Piantini, Gazcue y plazas, ya es común encontrar restaurantes especializados, ferias de comida saludable y cuentas en redes sociales que promueven recetas sin carne, sin gluten y sin azúcares añadidos.
Hoy, la mesa del dominicano refleja esa mezcla, un desayuno de empanadas con jugo artificial, un almuerzo de arroz con pollo y habichuelas, una cena improvisada con hot dog de la calle… o tal vez una ensalada con tofu, dependiendo del estilo de vida y los recursos de cada persona.
La tradición en República Dominicana sigue viva, pero convive con una oferta abundante de opciones rápidas y una conciencia en crecimiento sobre los impactos de la comida en la salud física y emocional.
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