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Bienvenido a La Roca…, avance y deténgase en Time Square (una puerta con un reloj)… Camine hacia la izquierda (pabellón con celdas)”. Esto es parte del recibimiento que tiene un turista cuando empieza el recorrido en la prisión de Alcatraz, la cárcel de máxima seguridad de Estados Unidos para “los criminales más temibles” entre 1934 y 1963.
Esta fortaleza de hormigón, construida sobre una sólida roca y rodeada de la bahía de San Francisco, California (EEUU), tiene tantas historias como los más de 1,500 reclusos que albergó durante 33 años. En la lista figuran convictos notables como Al “Scarface” Capone y Robert Stroud “El hombre pájaro”.
Antes de pisarla el misterio empieza a dominar la mente. Para llegar a ella se toman barcos desde diferentes zonas del muelle. Una de ellas es el Pier 35, donde por 45 dólares, una de las tarifas más económicas, se puede trasladar el cuerpo a décadas atrás y recrear la vida de los prisioneros.
La parada del puerto cuenta con una maqueta de la isla, fotografías y frases de los reclusos más famosos que tuvo. “Parece que Alcatraz me ha vencido”, es una frase atribuida al gánster de origen italiano Alphonse Gabriel (Al) Capone.
La cárcel está en la isla de Alcatraz, a dos kilómetros de San Francisco, por lo que en pocos minutos en barco se puede llegar a ella. Tan solo bajar de la embarcación el frío se apodera de cualquier cuerpo abrigado, y no solo por la temperatura que la caracteriza y las frías aguas de la bahía que la rodean, sino por los misterios que la envuelven: teorías de que experimentaban con los internos, las torturas que supuestamente se vivieron allí, y el daño a la salud mental que provocó el encierro en aquella prisión.
El recorrido con audioguía es gratuito. Hay que caminar bastante pero se hace fácil y puede durar poco más de una hora. Como se explica resulta sencillo imaginar el día a día de los internos. Todos tenían un número. Dormían cada uno en diminutas celdas. Una cama pequeña, un inodoro y un lavamanos. Se duchaban con agua caliente, esto parecía un privilegio, pero en realidad era para que los internos no soportaran la temperatura del agua de la bahía si se les ocurría escapar.
Los que “se portaban mal” se enviaban a la celda de aislamiento. Eran más grandes, sí. Pero no salían. Al Capone, por ejemplo, estuvo en la prisión cuatro años, la mayor parte de su tiempo fue aislado. Leía mucho y casi no hablaba con nadie.
Los reclusos tenían una biblioteca, tomaban clases por correspondencia (los que se portaban bien), disfrutaban su tiempo en el patio, único lugar donde podían ver en su totalidad el cielo.
El comedor era el lugar más peligroso. Los cuchillos estaban en una caja cada uno con su forma para evitar que se perdieran. Un dato que se destaca en la guía es que la comida era de calidad.
Alcatraz era conocida por algo: alta dificultad para escapar. No solo por los barrotes “imposibles” de romper. Su localización era de gran ayuda. La temperatura del agua de la bahía es baja, además estar infestada de tiburones reducía las posibilidades de salir nadando y llegar con vida a San Francisco.
Un total de 14 intentos de fuga sucedieron en la prisión federal, el más famoso y “quizás” único exitoso fue el del 11 de junio de 1962. Los protagonistas de este acto fueron Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin. Fueron capaces de hacer un hueco en sus celdas presuntamente con cucharas de la cocina, una teoría que se pone en duda en la guía. Diseñaron unas cabezas de muñecos y las camuflaron en la cama para confundir a los guardias.
Las teorías sobre este escape son muchas. Lo real es que 63 años después no se sabe la realidad de lo que pasó con estos individuos. La hipótesis más fuerte de las autoridades fue que se ahogaron.
En 1963 Robert F. Kennedy, procurador general de EEUU, ordenó el cierre de la prisión, una de las razones fue los altos costos de mantenimiento.
En 1972 Alcatraz pasó a ser parte del área de recreación del Golden Gate, y en 1973 empezó a recibir sus primeros visitantes.
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