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Aquella noche del 8 de abril, cuando el techo del emblemático centro de diversión colapsó y causó la muerte de 235 personas, también pareció romper los lazos entre las descendientes de “La voz más alta del merengue”, o al menos, hizo públicas sus discrepancias.
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Desde el primer momento, Zulinka Pérez, hija del cantante y su compañera de escenario esa noche, tomó protagonismo al aparecer frente a los medios desde el mismo lugar de la tragedia.
Sus declaraciones generaron confusión al afirmar que su padre estaba con vida e incluso que le había hablado desde debajo de los escombros. Llegó a decir que lo escuchaba cantando para que ella supiera dónde estaba.
Quedó la duda de si se trataba de una metáfora del dolor o de una ilusión producto del trauma.
Semanas después, Zulinka sorprendió al aceptar un pago de un millón de pesos por parte de los dueños de Jet Set, entregado como “asistencia económica”.
A cambio, firmó un acuerdo en el que renunciaba a cualquier acción legal. La decisión desató una ola de cuestionamientos y titulares que ponían en duda la unidad de la familia Pérez.
Más adelante, aclaró que recibió el dinero en su calidad de integrante de la orquesta, no como hija del artista.
Por su parte, otras dos hijas de Rubby, Casiey Aileen Pérez y Ana Beatriz Pérez, rompieron el silencio al anunciar una querella civil contra los dueños del establecimiento por negligencia criminal y homicidio involuntario.
“No se trata de dinero, sino de justicia”, afirmaron en un comunicado. La demanda ascendía a 435 millones de pesos, y proponía que una parte fuera destinada a un fondo juvenil para víctimas y sobrevivientes de tragedias colectivas.
El conflicto familiar alcanzó un nuevo punto de tensión cuando se anunció un espectáculo homenaje a Rubby Pérez.
Zulinka fue anunciada como figura central del tributo, lo que provocó el rechazo público de sus hermanas, quienes denunciaron no haber sido consultadas ni invitadas a participar en la producción del evento.
A pesar de la controversia, la producción del homenaje continuó.
Zulinka justificó su presencia afirmando que “el pueblo merece despedirse de su ídolo” y que “no hay espacio para el odio en medio del arte”.
A pesar del éxito de taquilla, el trasfondo familiar dejó una nota amarga en lo que debió ser una noche de unidad.
Con el paso de los días, los medios del espectáculo comenzaron a indagar en el pasado familiar del merenguero.
Se revelaron tensiones pasadas, silencios persistentes y encuentros familiares esporádicos. Algunas crónicas recordaron que Rubby siempre fue reservado con su vida personal y que, aunque mantenía contacto con todos sus hijos, nunca los presentó juntos.
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