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Cuatro familiares perdieron la vida el sábado al ser alcanzada su vivienda en el norte de Israel por un misil iraní, lo que provocó el colapso del edificio de concreto sobre ellos.
Libros, ropa, juguetes infantiles y restos humanos volaron por los aires, según testigos presenciales.
Toda la calle quedó a oscuras tras el impacto del misil.
Las cuatro víctimas fueron identificadas como Manar Khatib, hija de Kasem, de 45 años; sus dos nietas, Shada, de 20, y Hala, de 13, y su tía, Manal Khatib, de 41.
Habían logrado resguardarse en las dos habitaciones seguras reforzadas de la casa que compartían, pero el misil balístico impactó directamente en ellas.
Residían en Tamra, una ciudad con mayoría árabe en el norte de Israel.
Minutos después de sus muertes, apareció un video en internet. En él se veían misiles iraníes surcando el cielo.
Mientras los cohetes caían sobre Tamra, se escuchó una voz gritando en hebreo: “¡Sobre el pueblo, sobre el pueblo!”.
“Que tu pueblo arda”, coreó luego otro grupo de personas, cantando, gritando y aplaudiendo.
“Cantaron sobre lo que le pasó a mi familia”, dice Kasem en voz baja, rodeado de familiares en una vigilia.
El video, que muestra a israelíes entonando un cántico antiárabe común, a menudo repetido por judíos ultranacionalistas, ha sido ampliamente condenado en Israel, y el presidente Isaac Herzog lo calificó de “atroz y vergonzoso”.
Pero hay más razones por las que Kasem y la comunidad de Tamra están indignados por lo sucedido.
Aquí, como ocurre en muchas comunidades con mayoría árabe en Israel, no hay refugios antiaéreos públicos para sus 38.000 habitantes.
Ubicada en el norte de Israel, a unos 10 kilómetros al este de la ciudad de Haifa y a 25 kilómetros al sur de la frontera con Líbano, la ciudad ha sido vulnerable a los cohetes lanzados por el grupo libanés Hezbolá, respaldado por Irán.
En octubre de 2024, un cohete lanzado por el grupo hirió gravemente a una mujer.
En todo Israel, aproximadamente una cuarta parte de la población carece de acceso a un refugio adecuado. Pero en las localidades no judías, la cifra es cercana a la mitad de los habitantes, según un informe de 2018 del Contralor del Estado de Israel, los datos más recientes disponibles.
“Durante muchas décadas, las autoridades locales árabes han recibido menor financiación estatal en diversas áreas, incluida la preparación para emergencias”, afirma Lital Piller, del centro de estudios Instituto de Democracia de Israel.
Donde existen refugios, añade, “son escasos, están mal mantenidos y, a menudo, no son adecuados para estancias prolongadas”.
La BBC intentó contactar al Ministerio de Defensa de Israel para obtener comentarios, pero no obtuvo respuesta.
Los árabes israelíes, muchos de los cuales prefieren ser llamados ciudadanos palestinos de Israel, representan una quinta parte de la población del país.
Por ley, tienen los mismos derechos que los ciudadanos judíos, pero se quejan habitualmente de discriminación estatal y de ser tratados como ciudadanos de segunda clase.
Tras la Guerra del Golfo de 1990-1991, cuando misiles iraquíes impactaron Tel Aviv y Haifa, el gobierno israelí exigió que todos los nuevos edificios residenciales contaran con una habitación segura reforzada, o Mamad, como se les conoce.
Pero las comunidades árabes a menudo se enfrentan a duras restricciones de planificación, lo que provoca construcciones sin regulación y sin búnkeres, según activistas.
Alrededor del 40% de las viviendas de Tamra cuentan con su propia habitación de seguridad, según las autoridades locales, lo que obliga a la mayoría de los residentes a correr a las casas de los vecinos para compartirla.
En muchos casos, debido al corto tiempo de aviso, esto no es posible.
“Las diferencias son enormes”, afirma Ilan Amit, del Centro Árabe-Judío para el Empoderamiento, la Igualdad y la Cooperación, que trabaja en la construcción de refugios en comunidades árabes.
“Vivo en Jerusalén. Cada edificio tiene un refugio antimisiles. Cada barrio tiene un refugio antimisiles público”, agrega.
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Al anochecer en Tamra, los teléfonos de los residentes se encienden simultáneamente con una alerta estridente: “Deben permanecer cerca de una zona protegida”.
Pronto suenan las sirenas, y los residentes, recién salidos del trauma del ataque del sábado, entran en pánico.
Las madres toman a sus hijos y la gente corre por la calle gritando.
Varias familias se apiñan en la habitación de seguridad de una casa.
Algunos lloran, otros sonríen, otros se retuercen nerviosos.
Un hombre cierra los ojos y reza.
Se oyen explosiones tras explosiones en el cielo.
El problema de la vivienda es aún más grave en las comunidades beduinas árabes de Israel, muchas de las cuales viven en aldeas del desierto del Néguev que no están reconocidas por el gobierno israelí, por lo que no se les han construido refugios.
La única víctima de la escalada de hostilidades entre Israel e Irán en abril de 2024 fue una joven de una de estas comunidades, que resultó gravemente herida y pasó un año hospitalizada tras ser alcanzada en la cabeza por fragmentos de un misil iraní.
La falta de refugios también es un problema común en algunas de las comunidades judías más pobres de Israel, en zonas como el sur de Tel Aviv.
Una nueva encuesta realizada por la Universidad Hebrea reveló que el 82,7% de los israelíes judíos apoya el ataque a Irán, pero el 67,9% de los israelíes árabes se opone.
Además, el 69,2% de los israelíes árabes manifestaron sentir temor por los ataques, mientras que el 25,1% expresó desesperación.
“La sociedad árabe se siente descuidada y abandonada”, asegura Amit.
“Existen enormes carencias en educación y empleo. Hay enormes carencias en la disponibilidad de refugios”.
Adel Khatib, funcionario municipal de Tamra, señala: “Desde que esto ocurrió, se puede sentir la ira”.
“No tenemos cubiertas las necesidades básicas”, añade, “la mayoría de las comunidades árabes carecen de centros comunitarios ni edificios para la cultura y las actividades”.
El 42,4% de la población árabe vivía en 2023 por debajo del umbral de la pobreza, más del doble de la proporción de la población general de Israel, según las estadísticas oficiales israelíes.
En los últimos años se han hecho intentos para cerrar estas brechas.
En 2021, el gobierno anterior de Israel presentó un plan quinquenal de desarrollo para la sociedad árabe.
“Estábamos en medio de un gran avance en el desarrollo socioeconómico, reduciendo las brechas en educación, educación superior y empleo”, recuerda Amit.
Pero la actual coalición gobernante de derecha de Israel, la más radical de su historia, ha reducido gradualmente la financiación de ese plan, redirigiendo el dinero a otras fuentes.
Algunos de estos recortes se produjeron cuando el gobierno ajustó los presupuestos para combatir la guerra en curso en Gaza, que comenzó en respuesta al ataque transfronterizo liderado por Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, en el que murieron unas 1.200 personas y otras 251 fueron tomadas como rehenes.
“Este gobierno simplemente ha estado poniendo trabas a este plan quinquenal, impidiendo la implementación de gran parte”, añade Amit.
“Durante el último año y medio, la sociedad árabe se ha encontrado entre la espada y la pared: por un lado, sufren las políticas del gobierno actual y, por otro, ven a sus hermanos y hermanas en Gaza y Cisjordania sufrir a causa de la guerra”, indica.
Fuera de las ruinas de la casa familiar, Mohamed Osman, un vecino de 16 años, dice: “Todos están enojados y tristes”.
Hablando de Shada, de 20 años, relata: “Estudió toda su vida. Quería ser la mejor. Su padre es abogado y ella quería ser como él. Todos esos sueños simplemente se desvanecieron”.
“Eran la mejor imagen de una familia feliz (…) Cuando los imagino, imagino los fragmentos que vi de ellos”, agrega.
En una vigilia previa al funeral, decenas de miembros de la comunidad se reunieron, saludándose con apretones de manos, compartiendo café y té, y llorando en silencio.
“Las bombas no distinguen entre árabes y judíos”, reflexiona Kasem. “Debemos poner fin a esta guerra. Debemos ponerle fin ahora”.
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