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A la vanguardia de las nuevas generaciones de mujeres y hombres, libres de ataduras tradicionales y culturales, se abren paso las relaciones de pareja afectivas y sexuales denominadas “abiertas”, donde la exclusividad de la monogamia y su ideal romántico dan paso a las vinculaciones amorosas inclusivas.
“Una relación no monógama es aquella en la que ambos miembros de la pareja acuerdan poder tener sexo sin amor con otras personas (swinger y liberales) o poder enamorarse, incluyendo también el sexo (poliamoros@s y anarquistas relacionales)”, explica Cecilia Bizzotto Echerri, socióloga y sexóloga.
“Pero debe quedar claro, sin lugar a dudas, que las relaciones abiertas no son infidelidades consentidas; tampoco una excusa para acostarse con mucha gente. Este tipo de relación es una manera más de vincularse con otras personas a nivel afectivo o sexual”, aclara y desmitifica.
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La monogamia, que Cecilia Bizzotto adjetiva como “amor Disney”, es una norma, escrita o no en el viento, donde se establece que las relaciones de pareja se tienen que basar en la exclusividad afectiva y sexual… Y si fuera posible desde que sus ojos jóvenes se crucen hasta el final de los días.
“Esta idea romántica implica que la pareja monógama está por encima de otras relaciones, como tus amistades, tu familia, tus colegas del trabajo o un encuentro inesperado. Es la idea mil veces repetida de nuestra media naranja o de esa frase que asegura que el uno no puede vivir sin el otro”, expone Cecilia Bizzotto.
Este taller de sexualidad, iniciación a las relaciones abiertas en la pareja, o no monógamas, impartido sin límites por Cecilia Bizzotto, nos sirve a todas y todos para comprender las diferentes formas de amar a los demás y a nosotr@s mism@s, sea cual sea el género que se adecúa a nuestra propia percepción física y mental.
“Antes que nada, observaréis la cantidad de etiquetas que se utilizan hoy en día para definir y contextualizar las relaciones de pareja no monógamas”, comienza su exposición la socióloga… Y pone un ejemplo muy gráfico, extraído del diálogo de la película “Poliamor para principiantes”:
¿Este lenguaje es una moda? ¿Qué le pasa a la gente que habla con estas palabras? ¿Es una forma prepotente de identificarse y diferenciarse de las personas monógamas?… Ni lo creo ni lo pienso, reafirma.
Soy una gran defensora de las etiquetas, que no son otra cosa que hablar de conceptos, de un sistema que nos guía sin opresión, puesto que aquello que no se nombra no existe.
Aquí es necesario recordar que en una relación monógama no se necesita dar explicación alguna de sus conceptos o describir sus características básicas.
En la pareja monógama se da por hecho la exclusividad afectiva y sexual, sin tipologías o variantes que socaven la fidelidad absoluta de la relación, establecida con o sin matrimonio o documentos que la acrediten moral y legalmente.
Las parejas abiertas habitamos en la disidencia, en la normal anormalidad.
Las etiquetas, por lo tanto, nos ofrecen ventajas para conocer a otras personas, para crear comunidades de intereses compartidos, para buscar información y referentes sociales con los que avanzar por nuestro propio camino, sin obstáculos de ningún tipo.
A partir de ahí, con ese mapa sociogramatical, podréis hacer lo que os plazca, como destrozarlo o rehacerlo con nuevas etiquetas para redefinir vuestra propia ruta vivencial.
Las relaciones abiertas se entienden como sinónimo de las relaciones de pareja no monógamas. Son relaciones éticas y consentidas, definidas por una comunicación transparente y asertiva entre l@s dos integrantes de la pareja, sin exclusividad afectiva y sexual.
Es decir, nos permitimos acostarnos con una tercera persona o con más de una al mismo tiempo, pudiendo mantener relaciones emocionales, afectivas y románticas o sólo encuentros sexuales, sean esporádicos o periódicos.
Y subrayo que es una relación ética en tanto que es un pacto consciente, consensuado, dentro de la pareja. En las relaciones abiertas no existen las infidelidades, entendidas así desde el punto de vista de las parejas monógamas.
Las relaciones abiertas no se construyen negando la monogamia, algo que nos causaría una profunda tristeza. Sencillamente, nuestro rumbo difiere hasta los 360º respecto al imperativo social predominante, donde reina una supuesta exclusividad afectiva y sexual.
A modo de ejemplo, esta imposición monogámica, escrita o no en el viento, se abastece de la inmensa mayoría de las obras literarias publicadas o de un sinfín de películas enmarcadas en los géneros cinematográficos.
Esta idea de la fidelidad nos impide demostrar, incluso, sentimientos románticos más allá de la pareja… Y si los sintiéramos o nos rondaran por la cabeza estaríamos incurriendo en un acto de infidelidad… Y la fidelidad es el pacto fundamental que sienta las bases de la monogamia.
Tanto es así que el solo hecho de coquetear con otra persona a través de las redes sociales, como Instagram, se convertiría en una ruptura tácita de la fidelidad de la pareja tradicional.
Esta relación cerrada es lo que yo denomino amor Disney… Y no lo adjetivo como romántico porque sonaría muy bonito.
Con el amor Disney quiero describir la fantasía cultural impuesta por la sociedad en la que hemos sido educadas las mujeres y los hombres, cuyo único fin es y será perpetuar las relaciones de pareja monógamas.
Esta idea implica que la pareja siempre estará por encima de otras relaciones humanas, como tus amistades o tu familia. Es la idea de encontrar a nuestra media naranja y de no poder vivir sin él o sin ella… Ese es el amor Disney.
En la monogamia se da por sentado que nos debemos vincular con una sola persona y no existe alternativa posible.
Si me enrollo con alguien, abandonaré, de repente y sin mayor problema, a mi mejor amiga de la infancia, la juventud o la madurez con la que he compartido hasta mis sueños… No es tan importante como mi nuevo proyecto de futura pareja.
Siempre se privilegia a esta persona monógama por encima de todas aquellas que nos rodean compartiendo nuestro devenir diario, como tus amistades, tus colegas del trabajo, tu familia o esa que conoces esperando en la antesala del teatro.
Es la idea mil veces repetida de nuestra media naranja.
Somos seres incompletos y nos topamos con esa persona ideal, maravillosa, que tiene todo lo que yo no tengo. Porque si yo soy insegura, él es fuerte y valiente… Si yo soy un poquito tonta, él es más listo… Si a mí me gustan las ciencias a él le gustan las letras… Yo no puedo vivir sin él y él, por supuesto, sin mi.
¡Que quede claro, chicas!: si no tenemos pareja monógama, aunque disfrutemos de un montón de amigas, tu vida es y será una mierda porque no tendrás novio, no te podrás casar, no firmarás una hipoteca, no te quedarás embarazada, no tendrás perro que acompañe a tu familia o no serás abuela…
Y el éxito en la vida con esta escalera social sólo se alcanza si tienes una pareja cerrada, mejor con documentos que lo acrediten… Cada pasito firme con nuestro príncipe o nuestra princesa nos llevará, presumiblemente, a una relación plena y feliz… Hasta que la muerte nos separe.
Este panorama cultural impuesto no es desdeñable para todo aquel que lo pretenda o desee. La crítica a la monogamia obedece a que, para el resto, ha sido como comer lentejas, o las quieres o las dejas.
Las personas no monógamas cuestionamos esta estructura relacional y todos sus mandatos con el fin de elegir aquellos vínculos que nos hagan más felices y plenas.
Quizás yo quiera habitar contigo o quizás no… Quizás quiera tener hij@s contigo, pero quizás quiera tener hij@s con mi mejor amiga o con “whatever”.
Y quiero aclarar una cuestión primordial: la no monogamia no va sólo de follar con un montón de gente, aunque lo pueda parecer, también está centrada en deconstruir los imperativos de la monogamia y sus ideales.
De hecho, si no deconstruimos esta estructura granítica, acabaríamos consumiendo un montón de cuerpos, follando mucho, pero sufriendo excesivamente.
La deconstrucción de esos valores monogámicos, quien así lo desee, sin imposición alguna, nos ofrecerá una vida en un nuevo marco cognitivo, educativo y social.
En las relaciones múltiples no se puede vivir el amor desde la posesión del otro. Por ejemplo, los celos típicos de la monogamia no tienen cabida en la no monogamia o, en el peor de los casos, estarían bajo un autocontrol incondicional. De suceder lo contrario, ella o él lo pasaría fatal.
Las relaciones no monógamicas se dividen en dos tipos principales: por un lado, las relaciones de pareja que sólo son abiertas en el plano sexual; y por el otro, aquellas que, además del sexo, conllevan una faceta emocional, con puertas más o menos restrictivas.
Se parte de la idea de que el sexo y el amor son asuntos diferentes. Es un binomio que se rompe, puesto que yo tener sexo sin sentir ningún tipo de afecto por la otra persona con la que me estoy enrollando o acostando. Privilegio a mi pareja en mi corazón.
Aquí se sitúan las parejas “swingers” y las parejas liberales.
Los swingers acuerdan ver o disfrutar de otras personas sexualmente siempre que su pareja esté presente en el encuentro, sea con un tercero o un número indeterminado de mujeres y hombres.
Los liberales no se condicionan a la presencialidad. Su pareja disfrutará del sexo con un tercero o un grupo de personas… Mañana yo he quedado con Pepita y tú con Manolito… Aunque nada ni nadie impide que también esté presente la otra parte del binomio liberal.
Ambos, swingers y liberales, siempre buscarán la exploración sexual sin a
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