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Fiscalidad personalizada

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El acuerdo es un golpe a la disputa por la soberanía regulatoria en la era digital.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Estados Unidos ha vuelto a la carga. El reciente acuerdo del G7 para eximir a las multinacionales estadounidenses del Impuesto Mínimo Global (IMG) es una victoria diplomática para la economía americana, además de una declaración de principios — o más bien de poder — por parte de la administración Trump. La medida da forma a una vieja aspiración del trumpismo: mantener la soberanía fiscal intacta y, de paso, desmantelar la arquitectura multilateral que alguna vez promovió.

El Pilar 2 del acuerdo global, promovido desde 2021 por la OCDE y el G20, prometía establecer un suelo fiscal universal que impidiera la competencia desleal entre jurisdicciones; pero al igual que sucedió con el intercambio automático de información financiera — ese “Common Reporting Standard” que EE.UU impulsó sin adherirse por completo — , Washington logra nuevamente diseñar la regla y quedar fuera de su alcance. Para Europa, el golpe es doble. No sólo ve cómo uno de los pilares de su estrategia fiscal se desvanece, sino que queda en evidencia la inconsistencia del entramado tributario global cuando se enfrenta con los intereses geoestratégicos de EU.

No es solo cuestión de técnica fiscal. El acuerdo es un golpe a la disputa por la soberanía regulatoria en la era digital. Al eliminar la cláusula 889 — que habilitaba represalias contra países que aplicaran impuestos a empresas estadounidenses — y forzar el retiro de los llamados “impuestos digitales” europeos, la administración Trump ha blindado a sus gigantes tecnológicos y ha consolidado una posición de fuerza en el rediseño de la fiscalidad digital.

Hay quienes celebran esta jugada. Y en términos geopolíticos, no se equivocan. Washington ha comprendido que la soberanía fiscal no se proclama, se ejerce. Pero el costo para el orden multilateral es inmenso.

La erosión del IMG refuerza el mensaje de que las reglas internacionales son opcionales para quienes tienen poder de veto sistémico. En un mundo donde los desequilibrios fiscales y las guerras comerciales se intensifican, el precedente que deja este pacto es peligroso.

La gran paradoja es que el multilateralismo fiscal, promovido con entusiasmo por las potencias, se ha convertido en un instrumento funcional a sus intereses. El “hito histórico” de 2021, celebrado como un punto de inflexión contra la evasión fiscal, es hoy una sombra de sí mismo. Y el triunfo de Trump no es solo político o económico. Es también simbólico: exhibe, una vez más, que cuando el juego se vuelve incómodo, EU no se adapta a las reglas… las reescribe.

En ese marco, considero que el resto del mundo haría bien en tomar nota. Si más países concluyen que el IMG ha dejado de ser verdaderamente global, es probable que empiecen a distanciarse o incluso a replicar la medida, no por rebeldía, sino por pragmatismo. Y con ello, el entramado fiscal que buscaba poner límites, podría colapsar desde dentro, víctima de las mismas asimetrías que prometía corregir.

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