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Hoy se cumplen tres meses de la funesta noche del martes 8 de abril que enlutó a la comunidad dominicana con la tragedia en la discoteca Jet Set, donde fallecieron 236 personas y más de 180 resultaron heridas.
A pesar de que el tiempo transcurre y la ciudad parece haber retomado su ritmo usual, para los familiares de las víctimas, el dolor y la ausencia son tan palpables como si hubiese ocurrido ayer.
Las ofrendas florales que adornaron el lugar del suceso, resplandecientes en su momento, hoy se encuentran marchitas como testigo silencioso del paso de los días.
Los velones encendidos en memoria de los difuntos se apagaron hace mucho, e incluso las fotografías, desdibujadas por la inclemencia del tiempo, apenas permiten distinguir los rostros que muchos desean preservar en la memoria colectiva.
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Ya han pasado tres meses y con seguridad el tiempo, la justicia, ni el dinero lograrán mitigar el sufrimiento de los parientes de las víctimas. Para ellos, cada día es un recordatorio constante de la pérdida. Las risas, las conversaciones y los planes que se truncaron abruptamente siguen resonando en sus mentes, manteniendo viva la herida de un dolor que se niega a sanar.
A pesar de que la ciudadanía ha vuelto a la normalidad, inmersa en la rutina diaria, el suceso persiste en el ambiente.
La tragedia del Jet Set dejó una profunda cicatriz en el tejido social, un recordatorio sombrío de la fragilidad de la vida y la imprevisibilidad del destino. Aunque la vida prosigue, la sombra de aquel evento aún se cierne sobre la memoria colectiva, un eco silencioso que recuerda a todos la magnitud de lo sucedido.
Antecedentes
La tragedia ha generado diversas querellas por negligencia contra los propietarios del local, los hermanos Antonio y Maribel Espaillat.
El 11 de junio, una comisión técnica entregó al Ministerio Público un informe preliminar que señalaba fallos graves en la estructura del edificio.
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