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El fango corrompe, desborda e infecta el poder, incluyendo su sistema de medios.
Aferrarse a la guerra, a la violencia y al terrorismo de Estado es propio de la decadencia de los grandes imperios.
Es la historia de todos: reemplazan su declive real con la imagen de su antigua fortaleza y lo manifiestan en mayor agresividad. Sus clases gobernantes siempre optan por el afán imperial, loco y violento, de no ser desplazados.
Así, EE.UU. pierde cada vez más apoyo mundial y se encamina a ser un súper Estado paria, aislado; que además entra en una crisis de pérdida de apoyo interno con tendencia a la ingobernabilidad.
El tiempo de caída es incierto, pero esa es su trayectoria. EE.UU. y aliados no tienen forma de salir victoriosos como imperio de una cadena de guerras que viene perdiendo y que en su demencia senil ha decidido reiterar en un espacio mundial desfavorable.
Por eso, ante cada revés, Trump se dedica a hacer trucos y difundir información falsa.
En EE.UU., el neofascismo ha ganado demasiado terreno en los bandos políticos tradicionales, y en el mundo, la transición hacia la multipolaridad aún carece de normas y reglas de juego claras.
El nuevo orden mundial no ha podido formarse e institucionalizarse en medio de una transición accidentada e inconclusa.
Ese desafío sigue pendiente.
Ahora todo depende de la correlación en el ámbito político, civil y militar, buscando en lo posible evitar la gran catástrofe termonuclear que ya amenaza.
En este delicado y crucial problema, China y Rusia tienen un gran reto, dado su gran poderío militar nuclear: asumirlo como un medio eficaz de disuasión frente a EE.UU. y un recurso en favor de la paz mundial.
La realidad es que los BRIC y las fuerzas diferenciadas de un sistema imperialista occidental en acelerada decadencia y descomposición, van cobrando cuerpo y energías para constituirse en una compleja diversidad que permita establecer un nuevo orden mundial, cuyas normativas no están prefiguradas ni serán definitivas, en tanto la dialéctica contradictoria capitalismo-socialismo seguirá pendiente de solución en este nuevo escenario.
En un periodo tan trascendente, nuestro país sigue atado a lo peor y por ello podría sufrir graves consecuencias.
Es un deber de nación y de pueblo oprimido liberarnos de ese yugo y asumir resueltamente nuestra autodeterminación como país y como sociedad.
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