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Negociaciones sobre el plástico: ¿Una propuesta audaz o conformarse con un documento intrascendente?

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Se había suprimido la obligación para los países firmantes de disminuir o prohibir (si fuera factible) la fabricación, exportación o importación de plásticos.

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Se había suprimido la obligación para los países firmantes de disminuir o prohibir (si fuera factible) la fabricación, exportación o importación de plásticos.

Cerca de doscientos países reunidos en Ginebra para la fase final de las negociaciones de un tratado contra la contaminación global por plásticos se cuestionan si en las próximas horas podrán aprobar un texto ambicioso o si deberán contentarse con uno que, en esencia, no cambiará mucho para evitar el fracaso de este proceso diplomático.

El plazo para finalizar las negociaciones vence hoy y las delegaciones nacionales aguardan a que el presidente del órgano negociador, el embajador ecuatoriano Luis Vayas, les entregue un nuevo borrador del tratado, después de que el presentado ayer fuera rechazado masivamente por los países, debido a que había eliminado todos los elementos conflictivos, pero que al mismo tiempo eran los que conducirían a un cambio en la producción, consumo y desecho de los plásticos.

Al actuar así, Vayas y su equipo corrieron el riesgo de vaciar de contenido el texto, lo que terminó generando una fuerte reacción negativa entre la mayoría de los países y le forzó a retirar su propuesta y prometer que hoy tendría lista una nueva, tras haber escuchado decenas de intervenciones que criticaban la eliminación de aspectos tan esenciales.

En concreto, se había eliminado la obligatoriedad para los países firmantes de reducir o prohibir (si fuera posible) la producción, exportación o importación de plásticos que pueden terminar en la vía pública, o representar un peligro para la salud humana y el medio ambiente, así como aquellos que contienen químicos dañinos, o que son difíciles de reciclar o reutilizar (plásticos de un solo uso).

Anteriormente, para hacer aplicables esas medidas, se había elaborado un anexo al tratado que enumeraba una serie de productos plásticos (pajitas o cañitas, palillos plásticos para sujetar y sostener globos, agitadores de plástico de un solo uso para bebidas, bastoncillos para la limpieza de los oídos, entre otros) que debían eliminarse gradualmente en plazos concretos.

Un planteamiento parecido se seguía con juguetes y productos plásticos infantiles, así como con plásticos en contacto con alimentos y que contuviesen ciertos aditivos químicos, incluyendo plomo y cadmio.

El jefe de la delegación de Panamá y representante especial del gobierno para el cambio climático, Juan Carlos Monterrey, denunció a EFE que sigan vendiéndose en el mundo juguetes que contienen químicos con efectos tóxicos probados para la salud, y recordó que hay más de 400 estudios científicos que respaldan la relación entre estos y enfermedades neurológicas o cáncer.

Sin embargo, en la versión presentada el miércoles a los negociadores, se habían suprimido todos esos compromisos, así como las listas de productos plásticos y aditivos químicos, lo que provocó la airada reacción de países de todos los continentes.

Un grupo de países petroleros y con importantes industrias petroquímicas -varios de ellos con influencia en otras naciones- se han opuesto durante las negociaciones a cualquier compromiso legal para reducir la producción de plásticos o prohibir ciertos químicos.

Se trata de Arabia Saudí, Irán y Rusia, así como Estados Unidos, a pesar de que este último ha mantenido una postura más discreta en las negociaciones.

Los países tendrán ahora que decidir si están dispuestos a defender hasta las últimas consecuencias -lo que podría implicar el fracaso de todas las negociaciones- un texto firme y que podría ayudar a reducir en los próximos años y décadas lo que muchos expertos han llamado la “adicción” de las sociedades al plástico.

O si, por el contrario, en aras de lograr el consenso, están dispuestos a dejar pasar un texto que nadie espera conduzca a un cambio real.

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