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La cita es de Jesús: “¿Creen que he venido a traer paz al mundo? No, sino división”. (Lucas 12, 49 – 53). Jesús invitó a la solidaridad, por eso colisionó con muchos intereses poderosos. Quienes habían convertido la religión en un negocio; los que explotaban a los pobres y los que usaban la ley como ventaja y trampa astuta, ¡Todos ellos se alejaron de Jesús! Mientras más el Maestro de Nazaret predicaba, más se dividía la gente. Unos se alegraban, otros buscaban matarle. Jesús fue descalificado y condenado a la cruz.
Cuando se denuncia, que en una redada mataron a un haitiano; cuando entidades responsables solicitan que se investigue a los servidores públicos; cuando se denuncian sueldos y dietas de figuras públicas, la lentitud de la justicia, la proliferación de las bancas de apuestas, asesinas del ahorro; de inmediato surgen “patriotas” que se rasgan las vestiduras para acusar a los denunciantes de conspiradores contra “la paz”.
Cuando Jeremías denunció a los líderes de su pueblo por llevar a Israel al desastre, lo acusaron así: “¡Que muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados… con semejantes discursos! Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. (Jeremías 38).
No todo el que divide dice la verdad, pero todo el que dice la verdad divide. Por eso Cristo advertía que su mensaje dividía. Vivimos una paz engañosa en áreas relevantes de la vida nacional, pero el conflicto brotará como fuego de cañaveral el día que se enfrenten esos intereses. Baste tocar 5 avisperos: ¿Necesitamos tantas provincias y congresistas? ¿Y si el Estado no financiase las campañas electorales? ¿Podemos organizar de otra manera el transporte público? ¿Pagar la electricidad?
¿Transparentar todas, toditas las cuentas?
Hay más verdad en la indignación que en la cariñosa y anestesiante falsa paz. El fuego no pide permiso.
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