Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Existe una constante que nos señala la relevancia de poseer un vehículo propio para ser autónomos y tener la libertad de movernos cuando nos apetezca o necesitemos. El constante bombardeo publicitario no solo refuerza esta idea, sino que a menudo equipara el acto de conducir (el vehículo que se publicita) con una actividad para personas que van contra corriente, valientes, aventureras, mostrando, ligados a esa idea, lugares remotos: montañas, playas paradisíacas, acantilados… porque claro, no van a intentar vender un coche mostrando vídeos de interminables atascos en carreteras congestionadas o cuando toca transitar calle tras calle buscando, desesperadamente, un aparcamiento donde estacionarlo.
Las situaciones descritas, aunque comunes, no parecen contener un acto de valentía, ni mucho menos ser realizadas por gente que va contra corriente (más bien todo lo contrario). En definitiva, la realidad no va a incitar a la compra de un vehículo y, al fin y al cabo, de eso se trata, de vender el producto, por lo que toca adornarlo con música pegadiza, un mensaje motivador y una sucesión de imágenes impactantes.
Pero volviendo al tema de la independencia: resulta curioso cómo se puede hablar de independencia por tener un objeto de cuatro ruedas que necesita una red de miles de kilómetros de carreteras para poder moverse de un sitio a otro, y que, si no cuenta con semejante estructura, es prácticamente inútil (a menos que dispongamos de todo el tiempo del mundo y un magnífico 4×4 de esos que son capaces de avanzar casi por paredes verticales). Necesita carreteras que, a su vez, cada cierto tiempo deben ser reasfaltadas por el desgaste, repararse ante accidentes, etc.
Por otra parte, el vehículo es incapaz de superar un desnivel de cierta altura, es decir, necesita que todo sea un camino llano para poder desplazarse de un lugar a otro. Además, está el consumo, cada cierto tiempo hay que parar para repostar y volver a llenar el depósito o cargar la batería, ya que esa libertad e independencia, depende inexorablemente de que durante el trayecto que nos lleve a donde nos dirijamos (ya sean los escarpados horizontes y las playas paradisíacas que nos muestran los anuncios o el edificio de oficinas donde trabajamos desde hace quince años), además de carreteras, haya alguna estación de servicio donde poder repostar y llenar el depósito de combustible (o cargar la batería), porque de lo contrario, nuestra amada libertad se verá menguada en cuanto no haya con qué impulsarla.
Toda esa extraña concepción de la libertad, engloba adicionalmente otros asuntos: el coche hay que lavarlo para que no se convierta en una pocilga, hay que hacerle un mantenimiento y una revisión cada cierto tiempo o cuando se pretenda hacer un desplazamiento más largo de lo habitual, y hay que reponer neumáticos, aceite, frenos… A parte del desgaste de la máquina, conlleva un despliegue económico (porque otra cosa no, pero la libertad de conducir incluye un coste arraigado): un seguro, pagar unos impuestos, cada peaje que se les ocurra imponer…
Y como todos sabemos, esa libertad e independencia puede truncarse, de pronto, en mitad de una autovía o de una carretera secundaria, si el vehículo pincha o se avería. Y en ese caso, nos encontramos allí, en mitad de la nada, en pleno naufragio, dependiendo de que una grúa venga a rescatarnos y nos arrastre hasta el taller más cercano.
Después de todo, a día de hoy ninguno de los coches que circulan por cualquiera de las carreteras que existen a lo largo y ancho del mundo, ha llegado más allá de donde ha podido llegar el ser humano con sus propios pies. En cambio, hay zonas a las que aún hoy solo es posible llegar a pie, lugares poco accesibles a los que los fabricantes de vehículos ni siquiera sueñan con que sus criaturas puedan llegar a conquistar.
Así pues, ¿cómo va a ser independencia tener o conducir un coche? La libertad, la verdadera libertad está en caminar, en el arte de mover nuestras piernas, en cada paso que nos acerca a nuestro destino, lo demás no es más que publicidad, propaganda y quizás un poco de autoengaño.
Agregar Comentario