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CIUDAD DE MÉXICO, 17 de agosto (EL UNIVERSAL).- El asesinato de Camilo Ochoa Delgado, conocido como “El Alucín” en redes sociales, reavivó el debate sobre los peligros que enfrentan los influencers con conexiones — reales o atribuidas — con el crimen organizado.
El también hijo de Arnoldo de la Rocha, fundador de la cadena El Pollo Feliz, fue asesinado a tiros en Temixco. Su figura estuvo marcada por un pasado como sicario del Cártel de Sinaloa y un intento posterior de prevenir a los jóvenes sobre los riesgos de la vida delictiva.
Camilo Ochoa no ocultaba su pasado. En entrevistas, podcasts y transmisiones en vivo, relató que formó parte del Cártel de Sinaloa hasta 2014, donde se desempeñó como sicario en la zona de Mazatlán. Según su propio relato, llegó a controlar una plaza y estuvo involucrado en enfrentamientos con rivales internos y externos.
Entre sus relatos más conocidos, narró haber tenido roces con Dámaso López Núñez, alias “El Mini Lic”, así como un intento de asesinato en su contra. También contó que, en 2004, mientras trabajaba en el negocio familiar de comida rápida en Nuevo Laredo, Tamaulipas, fue secuestrado por miembros de Los Zetas, lo que marcó un antes y un después en su vida.
Después de dejar las filas del crimen organizado, construyó un perfil público en redes sociales, donde aseguraba que su objetivo era concienciar a los jóvenes para que no repitieran sus pasos. Su estilo directo y sin filtros atrajo tanto a seguidores que lo veían como una voz de advertencia, como a detractores que lo acusaban de glorificar la violencia.
En enero de 2025, el nombre de Camilo volvió a sonar con fuerza cuando aparecieron panfletos distribuidos en Culiacán. En ellos se le vinculaba, junto a personalidades como el cantante Peso Pluma y el influencer Markitos Toys, con la facción de Los Chapitos, liderada por Iván Archivaldo Guzmán.
Los volantes instaban a la población a dejar de seguir a estas figuras en redes sociales, acusándolos de ser supuestos colaboradores financieros del grupo criminal. La alerta no pasó desapercibida: al menos seis de las personas mencionadas en esos volantes han sido asesinadas recientemente, lo que reforzó la idea de que la lista era una advertencia mortal.
Además de su pasado criminal, Ochoa tenía un elemento que lo mantenía en el ojo público: era hijo de Arnoldo de la Rocha, fundador de la cadena de restaurantes El Pollo Feliz. Esta relación lo colocaba en un entorno de notoriedad que potenciaba aún más la atención sobre su figura.
En entrevistas con periodistas como Adela Micha, Ochoa compartió reflexiones sobre el narcotráfico, los peligros de la violencia y las consecuencias de las decisiones que tomó en su juventud. Sin embargo, su muerte revela la vulnerabilidad de aquellos que, aún alejados del mundo criminal, permanecen ligados por sus historias pasadas o las percepciones públicas.
La Fiscalía General del Estado (FGE) de Morelos confirmó el homicidio de Camilo Ochoa Delgado el sábado 16 de agosto de 2025 en la colonia Lomas de Cuernavaca, municipio de Temixco. Vecinos reportaron múltiples detonaciones de arma de fuego alrededor de las 17:24 horas en la calle Laureles.
Al llegar los agentes de seguridad, encontraron el cuerpo sin vida de Ochoa dentro del baño de una vivienda. Los servicios de emergencia confirmaron que había muerto por impactos de bala. Testigos señalaron que el agresor escapó en un vehículo Chevrolet Sonic, sin que hasta el momento se conozca su paradero.
Horas antes de su asesinato, Ochoa realizó una transmisión en vivo en redes sociales, en la que mostró la ropa que vestiría esa tarde. La vestimenta coincidía con la que llevaba al momento de su muerte, lo que reforzó el impacto entre sus seguidores al viralizarse la noticia en internet.
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