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Recordando el Haití de antaño

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Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Hubo un tiempo en que las orquestas de merengue dominicanas, además de Nueva York, Puerto Rico, Panamá, Colombia, Aruba, Curazao y Venezuela, contaban con Puerto Príncipe, Haití, como plaza.

Tuve la ocasión de viajar con algunas, que actuaban en hoteles y clubes de Pétion-ville, una comuna en la cima de una colina, donde residían los pudientes, con su Cabane Choucoune, un club nocturno ubicado en la Rue Lamarre.

Johnny Ventura, quien mejor supo comercializar su música y estilo en el merengue, llegó a grabar merengues haitianos (El Bobiné, 1974), como una forma de ampliar su repertorio, para cautivar al público de la nación vecina.

Eran tiempos en que en Haití, aunque bajo una dictadura, se podía transitar por sus calles, sin riesgo ni contratiempos, y disfrutar de su gastronomía, en buenos restaurantes, y presenciar espectáculos fabulosos con aromas de su cultura ancestral.

Hacer turismo, visitar la destilería de ron Barbancourt, y adquirir en la tienda de la bodega sus rones de 8 o 15 años.

No siempre acompañé a las orquestas en esos días, ya que en una ocasión fui invitado por el señor Roberto Nader (de la Galería de Arte Nader), a la inauguración de una exposición en el primer local que la familia fundó, en Puerto Príncipe, tras su llegada de El Líbano.

También fue invitado al viaje el reconocido artista plástico Cándido Bidó.

En aquella ocasión, pude compartir con lo más selecto de la intelectualidad y de los artistas haitianos.

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