Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
No es preciso ser un experto para entender que una crisis económica es una etapa final de un ciclo económico marcada por sus efectos negativos y perjudiciales, cuyas manifestaciones más severas son la depresión, la contracción económica y la recesión, lo que implica que la cantidad de dinero entra en un período de letargo.
Consideradas así, en un sentido más amplio, las crisis económicas son un fenómeno que reaparece con cierta frecuencia en la economía y la sociedad contemporánea, resultado de la falta de solidez en la base industrial, financiera e institucional y la elevada dependencia del precio de la materia prima en el mercado.
En tal escenario, se observa un mundo interconectado con una economía global sutil que experimenta grandes contratiempos y fluctuaciones ante eventos inesperados o fallos puntuales que perturban el funcionamiento de la economía y el sistema financiero en su conjunto.
Pero resulta que las crisis económicas suelen caracterizarse por múltiples dificultades en el funcionamiento del sistema económico durante un tiempo prolongado, afectando negativamente la calidad de vida y diversas áreas políticas y sociales, lo que deteriora el equilibrio social y económico.
Además, los períodos de crisis económica revelan dos características significativas, como son la inestabilidad en los mercados, lo que sugiere la dificultad de predecir el rumbo a seguir y, por tanto, acciones inapropiadas, arriesgadas, que podrían favorecer una mayor profundización de la crisis.
Por añadidura, se genera una posible propagación de dicha inestabilidad de un sector al resto de los sistemas, o al menos a los cercanos, en caso de ser una prolongación temporal excesiva.
Y es que las crisis económicas se vuelven más comunes a causa de una combinación de factores internos y externos que perturban la estabilidad y el crecimiento económico.
Estos factores comprenden fluctuaciones en los precios de las materias primas, malas políticas económicas, desastres naturales, conflictos políticos/geopolíticos, la ocurrencia de eventos inesperados y ciclos económicos naturales, tales como períodos de auge seguidos de recesiones.
Intrínsecamente, en los ciclos económicos se observan recesiones, contracciones y depresiones económicas, que son fases de las crisis financieras, y que siempre conllevan efectos negativos que se traducen en escasez de dinero, pobreza, inestabilidad política y disminución de la calidad de vida.
Siguiendo al profesor de historia de la economía mundial, Charles P. Kindleberger, quien argumenta que, en los eventos de crisis económica, el liderazgo era crucial para contener este fenómeno pernicioso, y planteaba que todas las crisis tienen como patrón relevante que, tras un choque externo, se produce un auge económico inusual que, a su vez, provoca un incremento de los precios, pero que necesariamente debe estar respaldado por el liderazgo político, empresarial, el gobierno, las propuestas de las universidades y el diseño cuidadoso de los responsables de la política económica.
En los grandes momentos de crisis económica, la historia nos recuerda que diseñar una salida a la compleja situación económica que se enfrenta implica la adopción de grandes medidas económicas basadas en decisiones deliberadas, concretas, certeras y responsables.
Pero resulta que las crisis y las burbujas financieras han establecido una repetición con tanta frecuencia que no pasa un período superior a diez años sin que, de forma más o menos cíclica, se presente una situación de crisis que altere el curso de la economía y del sistema económico, lo que perjudica la organización económica vigente, y que se complica cuando el gobernante no logra comprender e interpretar la situación económica y su entorno internacional.
Agregar Comentario