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Europa debe complementar su labor diplomática con mayor capacidad de defensa

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Trump no exigió públicamente que Ucrania capitulara y accediera a las demandas territoriales de Putin.

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En Washington, el mensaje europeo era claro: los europeos estaban unidos en sus requerimientos de alto al fuego, seguridad y apoyo a Ucrania, señala Kristine Berzina, investigadora del Fondo Marshall Alemán.

El presidente ruso, Vladímir Putin, seguramente vio algo profundamente indeseable en Washington el lunes: la unidad y fortaleza europeas en vez de el enojo y la vergüenza del presidente Zelenski.

Putin tenía buenas razones para pensar que la reunión a última hora en el Despacho Oval con el presidente estadounidense Trump y el presidente ucraniano Zelenski sería tan polémica como lo fue en febrero. El líder ucraniano y los líderes europeos tenían poco tiempo para preparar sus reacciones a la cumbre de Alaska, y Trump estaba ansioso por mostrar avances rápidos hacia las negociaciones de paz.

Pero en lugar de presenciar a Zelenski enfrentándose a Trump solo, Rusia vio como el presidente ucraniano llegaba a la Casa Blanca en compañía de los siete líderes europeos que representaban a países del norte, del sur, grandes y pequeños, así como a la OTAN y la UE.

En Washington, el mensaje europeo era diáfano: los europeos estaban unidos en sus peticiones de alto el fuego, garantías de seguridad y apoyo a Ucrania. Y al ir a Washington en tal número demostraron que Ucrania no estaba simplemente en la periferia de Europa, sino directamente en el círculo cercano europeo.

Y en la Casa Blanca, su objetivo era atraer también a Trump al círculo. Al observar como se desarrollaba la conversación, Putin debió darse cuenta de que él, y no Zelenski, era el personaje extraño.

Los líderes europeos están bien coordinados y ahora, siete meses después del regreso de Trump a la Casa Blanca, tienen mucha práctica en presentar un frente común para desactivar posibles crisis relacionadas con la gestión de los asuntos mundiales por parte del presidente estadounidense. Su persistente campaña de encanto les ha ganado la atención y los elogios de Trump.

Trump se deshizo en alabanzas: al canciller Merz por su bronceado, al presidente finlandés Alexander Stubb por su juventud y a la primera ministra italiana Giorgia Meloni por su liderazgo duradero. Incluso se mostró deferente con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Pese a su profundo escepticismo hacia la UE en el pasado, dijo sentirse “honrado” de tenerla en la mesa y admiró que fuera “más poderosa” que los demás líderes presentes. Esa cordialidad no fue solo una puesta en escena: tuvo consecuencias políticas.

La determinación y la unidad de los líderes europeos apagaron los peores fuegos que podrían haber surgido de una bilateral Zelenski-Trump. Trump no exigió públicamente que Ucrania capitulara y accediera a las demandas territoriales de Putin. Ucrania no fue considerada el impedimento para la paz.

Además, los europeos presionaron a Estados Unidos para que contribuyera seriamente a las garantías de seguridad para Ucrania. En la reunión del lunes y después, Trump se mostró abierto a la cooperación estadounidense en materia de garantías de seguridad. Eso sí, con la advertencia de que no habrá tropas sobre el terreno y probablemente con mucho menos apoyo del que les gustaría a los europeos.

Hace solo unas semanas, dada la insistencia de Trump en que esta “no es (su) guerra”, cualquier ayuda estadounidense a la coalición de voluntarios estaba descartada. Ahora, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, está redactando las garantías de seguridad para Ucrania y coordinándose con sus homólogos europeos.

Algunos ciudadanos europeos no están contentos con el estilo que adoptan sus líderes con Trump, ya que les resulta vergonzoso ver como sus dirigentes se congracian con él. Y, sin embargo, este enfoque ha evitado el desastre.

En junio, Trump respaldó el Artículo 5 en la Cumbre de la OTAN en La Haya. Esta semana, Trump no obligó a Zelenski a someterse a las exigencias de Putin. Y los líderes europeos mantienen al presidente estadounidense comprometido con la seguridad europea. Aún así, esto no es suficiente. Los líderes europeos no deberían perder los próximos tres años y medio simplemente apagando incendios.

Por el contrario, necesitan aprovechar su unidad para convertirse en actores de defensa más capaces en un plazo más rápido de lo que hasta ahora han estado dispuestos a aceptar. La unidad diplomática en Washington es una forma de fortaleza que Putin reconoce, pero lo más importante es disponer de los recursos humanos y militares necesarios para sostener la denominada Coalición de Voluntarios.

Incluso si Estados Unidos contribuye a las garantías de seguridad para Ucrania — algo lejos de estar asegurado — , los europeos tendrán que aportar la gran mayoría de las tropas y de la potencia de fuego de cualquier contingente internacional que respalde a Ucrania.

Las inclinaciones de la Administración Trump a reducir la presencia militar estadounidense en Europa no han cambiado, y el deseo personal de Trump de limitar riesgos para su personal militar reducirá la implicación de EE.UU. en cualquier fuerza de seguridad.

Los europeos, que en las guerras de Oriente Medio de este siglo se han acostumbrado a un papel secundario, tendrán que aprender a asumir el protagonismo.

A largo plazo, esa capacidad de defensa europea será esencial para todo el continente, no solo para Ucrania. Puede que los europeos consigan mantener al presidente Trump en su órbita mediante lazos personales y una diplomacia hábil, pero los miembros más jóvenes del Partido Republicano están mucho menos dispuestos a respaldar a Europa frente a Rusia.

Será más fácil para los europeos mantener a Estados Unidos comprometido en Europa si la contribución estadounidense es limitada por diseño. Probar este enfoque en Ucrania servirá como una buena prueba piloto de lo que tendrá que ocurrir en todo el continente antes de lo que los europeos desearían.

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