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En repetidas ocasiones, hemos alertado, desde estas líneas, sobre los riesgos que amenazan la economía global, y en especial, a República Dominicana, que tiene una gran dependencia del mercado estadounidense, donde se dirige el 56% de nuestras exportaciones. Un peligro significativo es que una crisis de deuda en Estados Unidos, causada por su alto endeudamiento, arrastre a toda la región.
Ya el 31 de enero de este año, nos hicimos eco de las advertencias emitidas, por separado, por altos representantes tanto del sector oficial como del privado en Estados Unidos, que coincidían en alertar al mundo sobre la gravedad del problema. Entonces, recordamos las palabras de la exsecretaria del Tesoro, Janet Yellen, quien señaló que, de ocurrir un incumplimiento de pagos en Washington, sobrevendría una crisis financiera y una recesión en ese país. También citamos al director ejecutivo de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, quien advirtió que Estados Unidos se dirige rápidamente hacia un abismo mientras su deuda sigue creciendo.
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Dimon recordaba que en 1982 la deuda equivalía al 35% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que, al momento de sus declaraciones, ya superaba el 100%, con previsiones de llegar al 130% en 2035. Lejos de mejorar, la situación empeoró: para 2024, la deuda ya representaba el 120.7% del PIB.
Como consecuencia, a principios de agosto pasado, la agencia Fitch rebajó la calificación de la deuda estadounidense de AAA a AA+, solo un escalón por debajo de la máxima calificación.
Sin embargo, comienzan a surgir indicios que podrían señalar una solución.
Los aranceles impuestos por Donald Trump, que han tenido un costo considerable para la economía global, estarían generando, de forma inesperada, un alivio para el déficit fiscal y, con ello, para el nivel de endeudamiento estadounidense.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, declaró recientemente que está sorprendido por la magnitud de los ingresos recaudados gracias a esos aranceles, que han superado con creces las previsiones iniciales.
Según explicó, la intención es destinar esos recursos a la reducción del déficit y de la deuda.
De acuerdo con cifras del propio Departamento del Tesoro, entre abril y julio, tras la entrada en vigor de la mayor parte de las medidas arancelarias impulsadas por Trump, Estados Unidos ha recaudado 100,000 millones de dólares.
“Había estimado que los ingresos por aranceles alcanzarían los 300,000 millones este año”, señaló Bessent. “Ahora tendré que aumentar sustancialmente esa proyección. Estoy convencido de que lograremos reducir la relación déficit-PIB, empezar a pagar la deuda y, en su momento, devolver parte de ese esfuerzo al pueblo estadounidense”.
Si la aplicación de esos recursos se dirige efectivamente a disminuir el déficit y la deuda pública, no cabría duda: estaríamos ante lo que podría convertirse en el principal legado de la administración Trump.
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