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Alaska, prosperidad a expensas de Ucrania y Europa

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Y discutir áreas de interés para ambas potencias globales, como el control de armas nucleares o el tránsito a través del Océano Ártico.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Donald J. Trump (DJT), ex-presidente de Estados Unidos (EE. UU.), aseveró que el mandatario de Rusia, Vladimir Putin, “es duro de roer” y “fuerte y resistente como el demonio” durante dos entrevistas en agosto, una, con Newsmax TV, el 2, y otra, con Fox News, el 15.

Ucrania y Europa han perdido la guerra contra Rusia, la potencia vencedora. Entre 1,6 millones y 2,3 millones de soldados ucranianos han fallecido desde 2022, según fuentes estadounidenses, rusas o ucranianas, y Kiev se está quedando sin hombres para unas Fuerzas Armadas de las que desertan entre 300 y 500 militares diariamente.

Rusia optó por una guerra de desgaste porque no quiere que Ucrania, una vez derrotada, tenga la capacidad de iniciar una guerra de guerrillas, por lo que el Ejército ruso se está ocupando de que quienes pudieran liderar ese esfuerzo en el futuro no estén disponibles.

Putin asistió a la cumbre con DJT en Alaska el pasado 15 de agosto agradecido por los esfuerzos que este ha desplegado para solucionar la guerra en Ucrania, aunque, consciente de que Rusia controla los tiempos al ser el ganador de esta. Los objetivos de Rusia han sido expuestos por Putin, quien los ha definido de forma reiterada como la solución a las “causas fundamentales” del conflicto.

Rusia busca destruir las Fuerzas Armadas ucranianas, derrocar al gobierno de Zelensky en Kiev y mantener la neutralidad de Ucrania, es decir, que no se una a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Putin no quiere gobernar a ciudadanos que no se sientan rusos. Los límites para Rusia en esta guerra los marca el río Dniéper en el oeste y recuperar la ciudad de Jersón y la región de Odesa en el sur, lo que obligaría a tomar la región de Nikoláyev, dado que esta podría ser el flanco de amenaza para hacer a Odesa rusa de nuevo. Los grupos de distracción, de reconocimiento y de sabotaje de las fuerzas especiales rusas, spetsnaz, cruzaron el río Dniéper hace mucho tiempo.

Rusia sí aspira, en cambio, a restaurar las relaciones diplomáticas con EE. UU. y discutir áreas de interés para ambas potencias globales, como el control de armas nucleares o el tránsito a través del Océano Ártico.

DJT fue a Alaska para analizar si EE. UU. pudiera conseguir alguno de estos objetivos de interés común con Rusia, mientras que, sobre Ucrania, el ex-presidente estadounidense dijo que era un paso inicial porque “necesitaba entender qué quiere Rusia”. DJT no está dispuesto a iniciar guerras largas e interminables y podría dejar que el asunto Ucrania se agote por sí mismo o abandonarlo completamente para dejarlo en manos de rusos y de europeos.

La disparidad en la formulación de la política exterior de ambas naciones surge porque Rusia cuenta con militares y con diplomáticos profesionales educados en un conocimiento profundo de la historia y de la geografía de Ucrania desde hace siglos. EE. UU. no tiene actualmente embajadores en Kiev o en Moscú y su política sobre Ucrania se elabora desde la Casa Blanca por un grupo pequeño de leales a DJT, que usa a un empresario del sector inmobiliario, Steve Witkoff, como su enlace ante Rusia.

Dos peligros acecharán a Ucrania cuando las tropas rusas lleguen al río Dniéper, parcial o totalmente, a lo largo de una línea del frente que tiene 1.500 km. de longitud, de norte a sur, es decir, el equivalente a la distancia entre Moscú y París. El gobierno en Kiev colapsará y estallarán revueltas populares contra este a lo largo del territorio que todavía esté bajo su control y la economía ucraniana se desmoronará al perder una ruta fluvial crítica para la logística del país.

Las tropas ucranianas no podrán frenar a las Fuerzas Armadas rusas en la orilla izquierda del Dniéper, a menos que se produzca una pausa en los combates que les permitan recuperarse, reagruparse y reequiparse. ¿Es esto lo que buscaban Kiev y la coalición de los desganados europeos con la reunión entre Trump y Putin en Alaska para repetir el engaño de los dos Acuerdos de Minsk? Tanto Minsk I como Minsk II se firmaron cuando el ejército ucraniano estaba a punto de ser aniquilado en los calderos de Ilovaisk, en 2014, y de Debaltsevo, en 2015, respectivamente, y sirvieron para rescatarlo de su debacle en esas dos ocasiones.

Occidente socorrió a Kiev en ambos casos prometiendo a Moscú cualquier cosa con tal de detener a las milicias prorrusas y de evitar la derrota total de las Fuerzas Armadas de Ucrania hasta que Kiev se olvidó de aquellos acuerdos para volver a atacar el Dombás. Los rusos no quieren un Minsk III, pues temen que este deseo de DJT no sea más que un intento de ralentizar el ritmo de su ofensiva, arrebatarle la iniciativa operativa y preservar al ejército ucraniano para volver a luchar más adelante cuando esté reequipado.

Ucrania está destinada a ser dividida y los resultados de la derrota de Kiev no podrán ser encubiertos tras reconocimientos territoriales de facto porque estos se están estableciendo en el campo de batalla.

La finalización de este conflicto pasará por reconocimientos de jure, sin excusas, ni pretextos, ni acuerdos que puedan ser manipulados u obviados fácilmente. Las relaciones entre las dos potencias nucleares más poderosas del mundo se están reestableciendo en muchos asuntos, al margen de Ucrania y de Europa, tras una época de hostilidad abierta y de ausencia de diálogo bajo los mandatos de Biden y de Obama. “La próxima vez, en Moscú”, como adelantó Putin al finalizar la cumbre de Alaska.

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