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Pragmatismo histórico en Manuel de Jesús Galván

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Es en ese momento que Galván entabla relaciones armoniosas con los líderes restauradores, de cuyas milicias emergió Hereaux, bajo el liderazgo de su "padrino" puertoplateño Gregorio Luperón.

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Como figura histórica, Manuel de Jesús Galván podría convertirse en uno de los personajes que, como escritor, describe en la novela más prestigiosa escrita por un dominicano, elogiada a finales del siglo XIX por críticos tan exigentes como el cubano José Martí y sus compatriotas Américo Lugo y Mariano Lebrón Saviñón, quienes expresaron por el autor de Enriquillo una admiración que rayaba en la veneración.

El insigne crítico Max Henríquez Ureña sostiene en su obra Panorama histórico de la literatura dominicana que Galván describió “con gran mesura y sin un estudiado alarde de imparcialidad, el choque de razas de conquistadores con la raza aborigen. Logró cabalmente su objetivo sin apartarse de la verdad histórica”.

Si bien el cacique Guarocuya atrapa al lector por su coraje en la lucha armada, enfrentando valientemente a los colonizadores hasta llegar a la firma del “tratado de paz” con el enviado real Barrionuevo, Galván merodeó diversos ambientes en la política de su época para mantenerse siempre en el poder, desde Pedro Santana, primer presidente de la República, hasta Ulises Hereaux (Lilís), asesinado en Moca al finalizar el siglo XIX.

La cercanía de Galván con Santana, de quien fue secretario personal, se explica en que ambos se sentían “españoles”, por lo que al coincidir en su plan de anexar la República Dominicana a España no lo interpretaban como una traición a sus ideales y sentimientos. En lo que se consideró como el primer “Himno Nacional” que cantaron los dominicanos tras la Independencia de 1844, los criollos se definían como “españoles” llamados a “marchar a la lid”.

Como santanista, enfrentó políticamente al caudillo contrario, Buenaventura Báez, debiendo exiliarse con el ascenso de éste al poder, posterior a la Restauración de la República. Es en ese momento que Galván entabla relaciones armoniosas con los líderes restauradores, de cuyas milicias emergió Hereaux, bajo el liderazgo de su “padrino” puertoplateño Gregorio Luperón. En andanzas anexionistas, el autor y novelista había acusado a los que luchaban por la Restauración de la República de “solo querer matanzas y destrucción”.

El pragmatismo de Galván le permitió volver a disfrutar de las mieles del poder, al ser designado ministro de Relaciones Exteriores en el efímero gobierno de Ulises Francisco Espaillat, a quien le fue leal hasta el 5 de octubre de 1876, cuando el prócer salió de la Presidencia para asilarse en el consulado francés en Santo Domingo, agobiado por las conspiraciones e intrigas propias de la política dominicana de su tiempo.

Con Hereaux en el poder durante los años ochenta y noventa del siglo XIX, podría decirse que fue el período más prolongado de estabilidad gubernamental, destacándose el astuto escritor en diversos cargos públicos, hasta terminar como abogado del gobernante ante acusaciones de un organismo financiero francés.

Tras el asesinato del dictador Lilís, el 26 de julio de 1899, mientras compartía con su compadre mocano Jacobo de Lara, Galván inició el proyecto de creación del Partido Republicano, con el que se alió al candidato Juan Isidro Jimenes, ganador de las primeras elecciones celebradas en el país tras la caída de la dictadura.

Jimenes, en su gobierno entre los años 1899 y 1902, brindó apoyo a Galván para que pudiera mantener vigencia en el tiempo. La dilatada influencia intelectual y política del novelista concluyó con su muerte, acaecida el 12 de diciembre de 1910, en San Juan, Puerto Rico.

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