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Siguiendo la tradición de su origen perredeísta, el actual partido en el gobierno, con cinco años en el ejercicio del poder, no ha logrado liberarse de esa trayectoria política de formular muchos planes pero, lamentablemente, casi todos se desvanecen en poco tiempo y las realizaciones son escasas, mientras las recaudaciones se convierten en un gran alimentador del gasto corriente para sostener una abultada empleomanía, corrupción y otros gastos que impiden llevar a la realidad planes exitosos y creíbles de una buena gobernanza.
Desde la caída de la dictadura en 1961, se desató en el país una epidemia de un apetito voraz por saquear los recursos públicos, con una corrupción desenfrenada a la vista de todos, por las tantas fortunas que se forjaron rápidamente desde 1962. Ya no era una sociedad rural, pacífica y obediente al dictador. Y al desatarse el ansia de enriquecimiento, arrasando con el dinero del erario, el país se modernizó. Las edificaciones comenzaron a elevarse hacia el cielo. Aparecieron zonas residenciales de alto perfil, y de repente los gustos capitalinos, santiagueros y francomacorisanos se modificaron, y otros pueblos aprovecharon esa bonanza que emanaba miel del poder por los poros, por la prosperidad que no se conocía en un país rural como era el dominicano al final de la dictadura.
Solo un gobierno de los últimos 60 años ha invertido en abundancia en las obras de capital que necesitaba el país, tales como presas, canales de riego, carreteras, etc. Esa fue la obra del doctor Balaguer, mientras sus sucesores estuvieron solo interesados en engrosar la empleomanía, cometer actos de latrocinio y malgastar el dinero de los contribuyentes. El gasto de capital que en las administraciones del doctor Balaguer ascendía siempre por encima del 40% de las recaudaciones mensuales, se hundió por debajo de un 5% en los gobiernos del otro partido que ha logrado instalar un político con las riendas del poder entre los demás partidos de la abundante fauna de aspirantes.
Los políticos son personajes que, si bien en sus esferas de actividades privadas han sido excelentes para acumular fortunas, si llegan al poder, su aspiración es ver cómo se aprovechan de la ubre pública, como es costumbre en la vida de los políticos de otros partidos, tales como el PLD, o del PRD en su momento. Estos dejaron al país con nefastos recuerdos de gestiones fallidas, incluyendo un desconocimiento de los asuntos de Estado y el suicidio de un presidente de la república en julio de 1982.
La vida dominicana, viviendo bajo una sombrilla democrática, ha sido de sobresaltos, ya que los que ostentan el poder solo están empeñados en enriquecerse y sacar las mayores ventajas del disfrute del cargo. Es algo tradicional que un carguito es un “mandito” para apresurar un enriquecimiento que no es por los métodos visibles de emolumentos transparentes, sino que vienen acompañados de un aberrante manejo de los recursos oficiales que desaparecen en las fortunas de quienes logran arrimarse a la sombra del poder, y desde ahí cometer toda clase de diabluras, con desfalcos incluidos, de los recursos que figuran en los fondos generales del Estado, destinados al bienestar común.
Y es que los líderes de los liderazgos son sumamente generosos con sus seguidores más fervientes, y conociendo sus antecedentes, los dejan maniobrar a su sombra con sus travesuras económicas que, al final, empañan una gestión que pudo haber sido sobresaliente.