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La cruda historia de dominicanos que abandonan el sueño americano

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Cada semana decenas de dominicanos llegan a Santo Domingo después de ser expulsados de Estados Unidos, dejando atrás a sus familias, hogares y la ilusión de un futuro mejor.

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Cada semana decenas de dominicanos llegan a Santo Domingo después de ser expulsados de Estados Unidos, dejando atrás a sus familias, hogares y la ilusión de un futuro mejor.

Ese anhelo comenzó para muchos en el pueblo pesquero de Sabana de la Mar, en la provincia de Hato Mayor, al este de la República Dominicana, desde donde partió una numerosa ola de dominicanos en su travesía clandestina hacia Puerto Rico, territorio asociado a EE. UU., del que ahora regresan tras ser deportados.

Uno de los que tuvo que abandonar ese sueño fue Fausto Espino, padre de seis hijos y residente de Sabana de la Mar.

“Me detuvieron justo frente a mi casa cuando regresaba del trabajo”, contó Espino a EFE, luego de ser repatriado recientemente desde Estados Unidos, país que este año ha expulsado a alrededor de 2 100 dominicanos en situación migratoria irregular.

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Este sabanalamarino arribó a la isla vecina en una travesía clandestina a bordo de una yola, embarcación típica de madera o fibra muy usada en la pesca y también en estas escapadas.

Espino trabajó en Puerto Rico siete años como ebanista, oficio que aprendió en su familia, además de desempeñar otras actividades laborales.

Tras su arresto, fue trasladado por las autoridades estadounidenses a la capital puertorriqueña, después a Aguadilla (Puerto Rico) y, más tarde, a Miami (EE. UU.).

Posteriormente, Espino fue llevado a Texas, donde permaneció un mes detenido hasta que finalmente pudo salir, tras un recorrido en autobús hasta Luisiana y un vuelo lleno de dominicanos con destino a Santo Domingo, organizado por el gobierno de EE. UU.

La detención puso fin a un proyecto que había iniciado en 2017, cuando cruzó en yola a Puerto Rico aprovechando el caos provocado por el huracán María, que en septiembre de ese año dejó cerca de tres mil muertos en la isla.

“Todo el mundo corría a Puerto Rico, había poca vigilancia”, comentó Espino a EFE.

Los años en el estado libre asociado le permitieron sustentar a su familia, particularmente a sus hijos.

“No es lo mismo el salario aquí que allá; aquí tienes que batallar mucho para ganar 5 000 pesos al mes”, señaló el dominicano repatriado.

Otro de los que partió en busca de oportunidades fue Luis Alberto Tejada, vecino de 35 años de Sabana de la Mar, quien también fue deportado hace un mes.

Tejada trabajó dos años como albañil en Puerto Rico, lo que le permitió ayudar a remodelar la casa de su madre en la República Dominicana, donde reside actualmente.

“El único problema que tuvimos ahora es con Donald Trump”, afirmó.

Según Tejada, antes de la nueva política migratoria estadounidense, él y otros dominicanos en situación irregular vivían con relativa tranquilidad.

En su caso, contó con la ayuda de su tía y su hermano, ya residentes en la “Isla del Encanto”, antes de su llegada.

Las autoridades puertorriqueñas detuvieron a Tejada y a otros dominicanos que lo acompañaban en una entidad bancaria.

“Estábamos cambiando unos cheques. Fue como si el banco hubiera llamado a la policía para que nos buscaran”, recordó.

Tras la detención, Tejada fue trasladado a Luisiana, donde estuvo un día retenido en un centro de detención de inmigrantes irregulares.

“Allí había dominicanos, africanos, chinos, españoles, gente de todos los países”, indicó el albañil.

Desde Luisiana, lo enviaron al centro de detención de inmigrantes de Krome, en Florida, donde permaneció quince días.

“Es una carpa grande, dividida en dos; en cada lado hay 126 detenidos”, precisó.

Después de esas dos semanas, Tejada también fue deportado por vía aérea a Santo Domingo en un avión que transportó a otros doscientos pasajeros.

Desde su regreso a la República Dominicana, Tejada planea seguir trabajando como albañil, especializado en colocación de cerámica, aunque reconoce que para los jóvenes hay pocas oportunidades en su municipio.

Tejada desearía que se generaran más fuentes de empleo “para que los jóvenes no tengan que volver a cruzar el mar e irse a Puerto Rico”.

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